jueves, 14 de junio de 2012

Si hay algo que odio y detesto con toda mi alma son los cumpleaños infantiles. No soporto el griterío haciendo eco en los galpones reciclados que se han convertido los salones. Odio los peloteros, el bullicio de los niños, el olor a chisito húmedo y las mamás retaconas quejándose y justificando los kilos demás como residuos del embarazo. No aguanto a las putitas de las animadoras que andan con sus musculosas y las tiras de los corpiños retorcidos haciendo morisquetas y careteando que se aguantan a los niños mientras por detrás no hacen otra cosa que bambolearle el culo a los padres cuarentones y desesperados. Los cumpleaños de antes eran mejores, eran en casa, había piñata, los animadores hacían magia, trucos de verdad y show de títeres con contenido, ahora lo único que hay es un pozo con pelotas machucadas, música de reguetón  y con suerte un show de medio pelo con trapos revoleados de algún malabarista neófito sacado de  alguna avenida con semáforo largo. Porque en la época de la piñata todo era mejor. La era del cumpleaños con bolsita de regalo, con alfajorcito de galletitería y platito de plástico con dibujito de Mickey. Ahora los pendejos se zarpan, dejan los abrigos  en el guardaropas y se esconden el celular en el bolsillo, las nenas se disfrazan de las putitas de bailando por un sueño y sueñan que las dejan plantadas en el altar como a Zaira Nara para saltar a la fama. Lo único que queda de Disney es el decorado  viejo y descascarado del galpón donde armaron a duras penas un salón de fiestas que ni siquiera está habilitado como taller mecánico. Porque ahora a las nenas no les da más vergüenza si las llama el animador y todas se pelean por pasar primero y hacer el esquemita del “acuadance”  de la noche anterior. Porque ya no hay más torta con grana y cubanitos con dulce de leche, sino minitorta helada y snacks para hacer dip, porque no se comen más pizzetas gomosas ni hay guerra de palitos, porque ya no se bailan las trillizas de oro sino que las nenas imitan a las hermanas Guerrero.   Es así de simple, hoy en día todo se ha convertido en un mero festival chabacano que no hace más que copiar torpemente la realidad televisiva, y hasta en eso ni la infancia se salva…
Así que ayer tuvimos que ir al cumpleaños de Sofía, la primogénita de mi prima, lo cual implicó un encuentro masivo e intrusivo con toda mi familia. Para colmo de males como mi vieja iba en el auto con mis tíos y todos no entrabamos y era en el quinto infierno con Camila no tuvimos mejor idea que tomarnos un taxi. Lo peor de todo no fue la fortuna de plata que gastamos, si no que meme se la pasó flirteando con el tachero todo el re puto viaje. Lo malo de tener una hermana con un ego exacerbado es que nunca se sabe cuando se activa el radar come hombres. Así que entre una onda y otra fuimos para el salón. Cuando llegamos la cosa no mejoró. No sólo estaba lleno de pendejos sino que además estaban todos mis familiares. Y yo todavía ni una sola novedad del innombrable. Ya van dos días desde el episodio del pobre Bilardo y ni apareció, aunque teniendo en cuenta las circunstancias, a lo mejor debería ser yo la que aparezca primero, en definitiva la que se mandó la cagada y lo dejó plantado fui yo, no? En el medio de todo eso apareció Carolina haciendo sus comentarios como siempre, que qué flaca que estaba, que si no había conseguido novio ahora no conseguía mas, que me tenía que apurar, etc. Yo asentía sin parar, completamente ausente a sus comentarios. Lo único que me refugió era pasarle la botella de cerveza a la abuela mientras se engullía sanguches de vitel thone. Yo encima  no tenía hambre y no había ido al gimnasio así que me comí solo uno y me guardé lugar para la torta.
Así  pasé la tarde, entre gritos y guerras de pelotas que iban y venían, pensando como volver a aparecer, escoltada por platitos de chips y papas fritas que ya no me protegen de nada y esquivando miradas y comentarios de mi primas, mientras que Camila se masajeaba vivazmente con su nuevo admirador. A veces extraño comer como una chancha y perderme en el merengue italiano del lemon pie más cercano, era más fácil.

martes, 12 de junio de 2012

Esta mañana Camila vino a mi departamento bien temprano, me revoleó el bolso del entrenamiento y me deprimió ya desde la tempranito con una idea estúpida;
  Lau, ya tengo la solución para tus problemas. Ya se donde tenemos que ir!!!
Eh ¿de qué hablas Camila? Es temprano y tengo un mal día, te aviso
De vos boludita, ya sé dónde encontrarte chongo!
¿De qué hablas?
Que ya sé dónde encontrarte un nuevo chongo, en las parrillas de barrio está lleno de grupetes de monchos que se juntan a comer chori y tira de asado mientras hablan de fut después del partido.
De nuevo: Camila, ¿de qué hablas?     
Que mirá ayer fuimos con las chiripa después del entrenamiento a festejar por la victoria del otro día y porque al fin Gimena dejó al aparato del novio, entonces fuimos a una parrilla en villa Urquiza,  está lleno de tipos, pero de tipos normales como te gusta a vos. Esos que van a jugar un rato a la pelota y después se comen un asadito con los amigos.
¿Y quién te dijo que a mí me gustaría estar de novia, que quiero otro Moncho y que encima me gustan los tipos “normales”?, y con eso ultimo no se a que te referís.
¡Nada nena nada! Dejá cuando estés más despierta y de mejor humor te explico. Igual andá dejándote la noche de mañana  libre. Arrancamos con el plan maestro. Chauuuuu
Con eso se fue. Me dejó sola y todavía sin despertarme del todo a medio vestir y con un día de mierda por delante. De Germán ni noticias.
                                        
               

miércoles, 6 de junio de 2012

¿Qué pasó conmigo misma? Desde que empecé con Germán me convertí en una persona diferente. Pasé de ser la gorda observadora no participante, traductora de situaciones, veedora crítica a ser una protagonista patética de realidades ajenas. Me convertí en la otra, en el fato, el gato, la suplente. Y con eso algo de mi ser especial se fue perdiendo. Empecé de a poco a dejar de mirar el contexto y focalizarme solo en él, en las parejas, en los otros, en los que tienen lo que yo no. En angustiarme por cosas comunes y triviales, a poner cara de congoja, a intentar robar un mimo con carita de lástima, a masticar las depresiones domingueras, a mirar parejas con envidia, a pasear por las plazas llenas de familias felices sintiéndome una mendiga. Porque antes yo no pensaba en esas cosas, porque antes de conocerlo a él me parecía todo una ficción, algo irreal, publicidades en vivo de algún producto raro y muy vendido llamado familia, porque antes de conocerlo a él no me preocupaba la soledad,  no me disgustaba, fundamentalmente no  me amenazaba; me cobijaba. Dejé de pensar que la vida en pareja y que el amor eran ficciones sociales y empecé a enbroncarme con los que la tienen. Dejé de reírme silenciosamente de los otros y verlos como "raros" y a entristecerme por mi vida. Empecé a notar la falta, lo que no hay, el que no está. Pase de conformarme con poco y estar tranquila al insomnio intermitente, al stress, al estado de alerta permanente. Dejé de llevar libros y  gomitas azucaradas en la cartera y las canjeé por delineador waterproof y polvo compacto. Dejé de gastar en cenas industriales y me hice fanática de la lencería sexy y erótica. Dejé de buscar librerías en otros barrios y empecé a fichar telos con cochera privada, para "cuando se necesiten". Pasé de leer artículos sobre el calentamiento global o literatura rusa a buscar geles adelgazantes. Pasé de ser catadora de masas finas de confiterías paquetas a conformarme con un agua mineral al lado de un baño casi podrido en un bar de mala muerte.  Abandoné la panzada de milanesas. Pasé de contar sanguches de miga a hacer el equivalente en serie de abdominales. Dejé de reírme de las inseguridades de los otros, de ver a los demás con ojos sonrientes para pasar a convertirme en un ser inseguro de lo que dice, se pone o se come. Dejé  de visitar sitios de ranking de alfajores a leer de refilón los tips sexuales de la revista Cosmopolitan. Saqué la credencial de fidelidad de la heladería del moendero y  lo cambié por el carnet del gimnasio. Porque ya no apago el celular cuando me voy a dormir “por si me llega algún mensaje”. Porque pasé de anhelar el momento de la semana en el que voy a al cine o me siento cómoda en mi sillón a leer a desear estar asfixiada en una camioneta con los vidrios levantados  un dia de 35 grados. Porque cambié  las vinchas de colores y me compré lentes de sol grades que disimulen. Porque no importa a cuántas cuadras de mi casa esté que vuelvo si o si si me di cuenta que me olvidé el celular.  Dejé de revelarme ante la sociedad monótona y la gente común a pasar a ser una de ellos.
Porque pasé de ser el relator omniciente que sentía que  todo lo sabe y entiende de personajes a ser un simple fantasma que  camina apurada por las calles de Buenos Aires en hiper alerta de que  no se le corra el maquillaje y todavía pensando si la remera que elegió  le marca o no la panza.

martes, 5 de junio de 2012

Lo peor de que no te suene nunca el celular es que a la persona que está con vos le suene todo el tiempo.  O sea que ya no te molesta simplemente que nadie, absolutamente nadie te mande un mensaje y se acuerde de vos, sino que además lo que se vuelve molesto es escuchar la conversación idiota de tu hermana no solo con uno, sino con sus dos novios. Ayer a la tarde nos juntamos como en general los sábados en el galpón a hacer unos laburitos extras en la empresa familiar, así que nos la pasamos doblando manteles y chusmeando toda la tarde. Camila está de excelente humor desde que anda atorranteando con un chofer del 110 que se levantó hace poco y que la tiene de experiencia sexual móvil a otra. Así que mientras yo enfundaba sillas y contaba cucharitas la hija de re mil putas se hacía la boluda y entre mensaje y mensaje y llamado y llamado me fue cagando lenta y disimuladamente con el laburo. Yo por otro lado, mucho no esperaba del día y menos del fin de semana en general porque Germán se iba al campo de los suegros, así que de hablar ni pensarlo y mucho menos de recibir mensajito, ya que además del radar satelital de la jermu dando vueltas tampoco iba a tener mucha señal el teléfono. Y después del asuntito del "plantón" no creo que vuelva a aparecer hasta la semana que viene... Por lo que opté por adoptar la misma actitud que adopto siempre los fines de semana: resignación y paciencia. Esa es la única receta para ser una amante exitosa. Esa y además sostener siempre las expectativas al mínimo. Lo único que me mas o menos me entusiasma es saber que finalmente es sábado y –como no tengo nada para hacer como de costumbre- me voy a ir a comer sola y tranquila con un libro a mi restaurant preferido. Prefiero eso mil veces antes que quedarme con lo de mi vieja y hacer el clásico test de pizzerías de la zona con mis tíos, o incluso peor, ver tele de trasnoche con mi vieja y Normita. Así que decidí hacer lo que siempre elijo los fines de semana, comer sola y tranquila y pasar tiempo de calidad conmigo misma, el único ser que todavía me soporta…

lunes, 28 de mayo de 2012

Esta mañana a raíz de una escena muy trivial y perfectamente cotidiana con mi hermana me di cuenta de algo triste e irremediable:
Abrí bien pepo
¡Estoy abriendo! 
Bueno pero mas, ya sabes cómo es esto    
Si, lamentablemente se como es esto. Un horror, un ultraje.
 Bueno che no exageres ¿lo querés o no lo querés?  además ¡ni que fuera la primera vez que lo haces vieja!
¿Ahí está bien no?           
 Si, ahora sí. Ya casi terminamos.
Che te quedaron bien las uñas eh! Y eso que ya pasaron unos días desde que las hice.
Auch! Más despacio!!!               
¡Ya está maricona!,  Se ve que esa marca de esmalte es buena, ni se te cachó, Ah, hablando de eso. Está el bolsito con mi ropita del entrenamiento del finde…ya sabes.
Si Meme, esta noche o mañana lo hago quedate tranqui.
Con mi hermana tenemos un pacto, ella me hace favores estéticos como ser en este caso depilación, manicuría o algún tratamiento corporal muy en voga y yo a cambio le lavo la ropa o le limpio el baño. Algo justo y a nuestra medida.  Yo me ahorro el dineral que salen esas cosas y ella la guita del lavadero. Un negocio redondo.
¿Pero mañana no es jueves? Ah, veo que la cosa sigue igual
Si sigue igual o peor. No quiero hablar del tema.
Como quieras. ¡¿Podes mantener abierto por favor?!, no es tan difícil. Se va a pegar todo y ¡ahí te quiero ver boludita!
Y bueno, ya sabes es que es indignoooooo ahhhcchch conchuda!!!
Bueno, a ver si te distrae, contame un poco. ¿Qué mierda pasó ahora Laura?
Nada, no pasa nada, eso es lo que pasa.
 ¿Pero no volvió a llamarte?
 Nop             
¿Mensaje de texto?
No.
¿ Pero te lo cruzaste?
 Sí, pero en la calle, dos segundos.
¿y nada?
Nada de nada. Not a thing.
Ya te dije que en criollo a mí. La intelectual sos vos.
Uff Camila, eso, que nada, ni una puta novedad.
Abrí mas Laura, ya es la última
Ufffff gracias a dios.  Ya no lo aguantaba más, te juro.
¿Qué cosa?
Esto nena, esto! Es un ultraje, es indigno!
Camila me miró con cara de culo y se fue llenando  violentamente  el tarro con cera recién usada y pensando seguramente que soy una boluda por haberme metido en esta y encima no hacer nada para resolverlo.
En este último año tuve que correr tres veces por las escaleras de emergencias, fingir estar con un ataque de lipotimia  para justificar que el dueño del bar esté en el baño de damas,  coimear al conserje de un telo para que nos deje salir por separado cuando pinchó la goma de la camioneta en el estacionamiento  y sobornar  al cana que está en la garita de seguridad de mi laburo que nos pescó dos veces  y todavía tengo el tupe de considerar la tira de cola como algo indigno.  Camila tiene razón, soy una reboluda.

jueves, 24 de mayo de 2012


Ayer me desperté con un sobresalto a las siete de la mañana. ¡Puta costumbre que tenemos las solteronas jóvenes y dependientes de dormir con el celular prendido, como si fuera a recibir un mensaje o un llamado importante! La alarma la tenía programada para las ocho, considerando que ya estaba depilada y bañada solo iba a necesitar media horita para maquillarme y ponerme el vestidito así que con tal de garronear una horita mas de sueño lo puse más tarde que de costumbre. El tema fue que recibí un mensaje de texto de mi vieja, con una especie de emergencia casera porque Norma , como no ve nada, se equivocó y en lugar de ponerle alpiste a Bilardo le puso arroz integral y parece que el canario quedó intoxicado y en peligro de muerte haciendo convulsiones en la jaula. Lo llevaban a la guardia veterinaria así que como justo llegaba a las ocho menos veinte el camión con los manteles y las telas nuevas pretendían que fuera tan rápido como podía para o bien recibir el pedido o bien llevar a Bilardo al veterinario. Salí tan rápido que me olvidé el celular y cuando me avivé ya estaba a media cuadra de la casa de mi vieja, no tan lejos como no volver pero tampoco tan cerca como para sí volver, (vivo a diez cuadras). Así que cuando me di cuenta que no podía avisarle a Germán que no iba a estar y que no nos juntábamos ya eran como las ocho menos cuarto, el en general llega a casa a las ocho, ocho y cuarto mas tardar.
Uno de las desventajas de la practicidad de la tecnología es que uno piensa que tiene todo conectado y que está equipado para cualquier cosa, que con el celular se puede sentir más protegido en alguna emergencia, pero el caso contrario es que cuando no lo tenemos no damos cuenta cuán poco tenemos almacenado en la cabeza. Ahora todo lo tenemos en el directorio del celular o en un mail, dependemos de internet hasta para ver cuando se nos vence la factura del agua y cuando fue la última vez que hicimos una compra en el súper mercado fijándonos en el registro on line, cuando nos damos cuenta que no tenemos más aceite y que estamos usando el último rollo de papel higiénico. Si somos minas, obsesivas y tenemos blackberry, tenemos bien digitadas las discusiones y tenemos aseguradas todas las peleas por entredichos ya que podemos acceder al historial de “histeriqueo y puteadas con nuestro otro significativo”  y estudiarlo minuciosamente; porque hasta ya no nos tienta quedarnos en el pasillo si escuchamos una discusión en la casa del vecino porque nos conformamos con andar chusmeando las fotos en el facebook o viendo si el otro leyó o no el mensaje que le enviamos. Si estamos aburridos en la sala de espera del médico o en la parada del bondi y tenemos “datos”  reactualizamos nuestro perfil de twitter poniendo “aburrida en la parada del bondi”, ”esperando la llamada del intestino en casa” o alguna otra actividad aleatoria e innecesaria de comentar. De la misma forma que ya no vamos al psicólogo porque hablamos todo el tiempo con una amiga por mensaje de texto o posteamos y colgamos nuestras experiencias en blogs para descargarnos…
La cuestión es que probé varias veces, sabía más o menos el conjunto de números, pero se ve que no le pegaba en las combinaciones. Puteé durante diez minutos seguidos mientras con el inalámbrico en mano y firmando remitos, intentaba comunicarme con Germán imaginando la puteada que me iba a comer cuando tocando el timbre insistentemente no me encuentre. Hablé con una Florencia, una María Marta que pensó que la llamaba para acceder a sus servicios domésticos y un Roberto que no registraba mi apuro en cortar la comunicación equivocada e insistía en preguntarme cosas desubicadas con la intención de levantarme.
Mientras tanto, yo no quería ni imaginármelo parado en casa, esquivando al portero, con sus clásicos lentes de sol espejados (que lejos de brindarle disimulo hacen el efecto contrario) y la bolsita de la panadería.
Y Así fue que cuando llegué a casa tenía catorce mensajes de texto con puteadas de distinta índole; (ya en los últimos se notaba un dejo de preocupación) y tres en el teléfono de línea. El último decía algo así como que estaba preocupado que lo llame en cuanto pudiera  y que más vale que me haya pasado algo porque si no me pasó nada y estoy dormida o me olvidé de nuestra cita la iba a pasar peor por “haberlo dejado como un pelotudo, plantado a las ocho de la mañana con media docena de vigilantes de pastelera”. Seguro en su fantasía mas narcisitica el infradotado estaba pensando en que finalmente no pude mas con la soledad y la ingratitud de nuestra relación y terminé como una de esas putitas deprimidas que se toman un par de clonazepan de mas mezcladas con tic tacs para llamar la atención y alarmar a un amante. Nada más alejado. El tema fue cuando logré comunicarme y le conté el motivo de mi desaparición.
¿O sea que me dejaste clavado veinte minutos en la puerta de tu casa, tocando el timbre como un pelotudo porque el canario de mierda estaba intoxicado? ¿Vos sos boluda?¿No te das cuenta que para mí el tiempo es oro?! ¿Que podría haber estado haciendo en otra cosa, y que además me pudo haber visto cualquiera? “
Y a partir de ahí se armó un set de idas y vueltas en donde yo trataba de hacerle entrar en razón y él se calentaba mas. Me cortó el teléfono de un golpazo, como siempre con la excusa de una crisis en el local o el llamado entrante de algún proveedor.
Sus típicos ataques de ira de cinco minutos. Ya se le va a pasar intenté tranquilizarme mientras me subía a un taxi para llegar antes de lo inaceptablemente tarde que el código de compañeros del ámbito público acepta.
Esa misma tarde la pasé esperando un mensaje de Germán que nunca llego. El que si llegó fue el de mi vieja diciendo que lamentablemente no se pudo hacer nada por el pobre Bilardo y que a partir de hoy “ha pasado a mejor vida”. Que fuera a “casa” (no sé por qué mi vieja sigue diciendo “casa” cuando hace más de dos años Camila y yo no vivimos ahí) para que vayamos al entierro y que por favor le avise a mi hermana.
No podría ser mejor, encima que suspendí mi cita sexual de los martes, lo dejé a Germán más caliente (en ambos sentidos) que una pava y todavía tengo que ser el ogro que le de la mala noticia a Meme. Odio todo.

sábado, 19 de mayo de 2012


                                       
Y parece que los fines de semana vienen de mal en peor.  Hoy se jugó la famosa final de hockey de Meme así que a las once de la mañana estábamos todos con el culo clavado en las gradas duras y astilladas de un club lejano y muy deprimente de algún lado del conurbano de Buenos Aires, recontra cagados de calor y bajo el sol del incipiente y sofocador verano que seguro nos espera. Cuando digo todos digo T.O.D.O.S, mamá, normita, la tía, mi abuela y Violeta, por suerte con uno de los dos salvajes (salvajes: mis sobrinos) sosteniendo una bandera que decía FUERZA CAMI!!! AGUANTE LAS CHIRIPA CARAJO!!! . La escribió ella una noche de verano hace mil años, un día que estábamos desveladas y nos pusimos a matear en la terraza de mi vieja, desde ese entonces para todos los partidos “importantes” hay que llevarla y sostenerla religiosamente durante mil horas, llueva o truene e independientemente de la cara de culo y el sentimiento de humillación de quién esté desempeñando la tarea. Camila es una desbolada, mamarrachezca comehombres, pero a veces se pone obsesiva. Y con el deporte, mas puntualmente su hockey y su equipo “las chiripa” pasa de ser comprimidamente  obsesiva a ser una rompe pelotas, demandante y narcisista (a veces me pregunto por qué elegí un hombre con las características tan parecidas  a algunos miembros de mi familia…)
                                          
Lo peor de todo no fue ni  el sol tajante que rajaba la tierra, ni mi familia sosteniendo la bandera y abucheando como la barra brava de Boca en un partido de final de campeonato,  sino que la noche anterior no tuve mejor idea que salir con Marisol y su compañera de ruta de los sábados a la noche. Hay cosas a las que no me acostumbro nunca y por ahora vienen siendo, a comer como una persona razonable y no terminar con la barriga a reventar, borracha de calorías y la otra a tomar alcohol, razón por la cual me emborracho rápido. La cuestión fue que se les ocurrió ir a un  boliche donde primero se come y después se baila, y como el aburrimiento para la mitad del plato principal era ya casi insalvable y el morfi era poco y de medio pelo, no tuve mejor idea que aferrarme a la botella de espumante más cercana que había mientras escuchaba las desventuras amorosas de Marisol y su amiga,  de quién nunca me acuerdo el nombre, creo que es Patricia o tal vez Mariela, no sé. Para mí en general es siempre una cara en la que se mueve una boca (casi nunca la escucho)  y un par de pestañas postizas. Supongo que será buena chica, nunca llegó a terminar de cerrar la conclusión, su problema es que es deliberadamente insoportable.
Con lo cual el estado de la mañana siguiente se desprendió la posta maratónica y monótona de todos los fines de semana que hay partido importante de las chiripa; primer paso: salir refunfuñando para lo de mi vieja preguntándome por qué carajos no tuve una hermana obsesionada con el cine o con el arte y con la cual las actividades a acompañarla fueran siempre en el turno vespertino, sin tanto calor, sin humillación, en un ámbito más privado y sin que tenga que participar toda la familia para “apoyo moral”.
                      
Encima tenía una resaca terrible e injustificada. Lo peor fue cuando empecé de a poco a recobrar la consciencia y recordar los episodios de la noche anterior. Parece que con los efectos del alcohol  me puse medio cachonda y repetitiva y como no había con qué tolerar el aburrimiento que tenía me las agarré con mi arma de satirización favorita: mi cuerpo. Así  que en un descuido del dúo dinámico me metí en el baño y dibujé con lápiz labial y delineador una carita alrededor del ombligo, formita que me gusta armar con el excedente de piel que me quedó después de bajar tanto de peso, la hago hablar y opinar sobre temas contemporáneos, normalmente lo hago con Cami, cuando estamos al pedo en casa, pero esta vez quise explorar públicos desconocidos, así  que salí y empecé a hablar y balbucear, "hola soy el ombligo de Laura, estoy hecho de una   panza fofa con mucha piel que quedó de sobra después de bajar muchos kilos” hasta que la amiga de Mari no soportó mas la vergüenza porque la gente ya empezaba a mirar y me terminaron sacando del boliche, me metieron en un taxi y me mandaron a mi casa. Yo, satisfecha y con los cachetones colorados de embriaguez las saludé desde la ventanilla de atrás, pensando que -borracha y todo- me las había arreglado para zafar de la situación y escapar medianamente a tiempo.
En la casa de mi madre se sucedió la secuencia regular y “el ritual pre juego” de Meme, aunque yo esta vez en lugar de charlar un rato de temas nimios y que nadie le interesan con la abuela y con mamá me metí rápido en el baño, tratando de evitar que se dieran cuenta de mi cara resacosa. Fui directo a la función local: Camila  en tetas y shortcito, sentada con la tapa del inodoro baja, los dos rodetitos de la suerte en la cabeza (lo que arma una figura con predominios meramente circulares) cantando a garganta pelada el último single de Cristian Castro.
Cami, aflojá con el Vapor, ¡boluda te vas a ahogar! Le dije a mi hermana, mientras me sentaba en el videt
Me estoy oxigenando como siempre
Si, pero ya hace como treinta grados afuera, vamos a morir asfixiadas. Bajale un poco.
Cierra la canilla de agua caliente.
El ritual de Cami es encerrarse en el baño con el equipo de audio a cantar en general un disco completo de Cristian Castro, y “energizar en el inodoro”, que según ella y no sé qué cultura espiritista nueva de estas que hay ahora es una buena fuente de energía, lo hace con el agua de la ducha corriendo, para hacerse baños de vapor y estar con la respiración limpia para antes del partido;  un delirio incomprensible. Generalmente como todos la acompañamos y yo nunca falto, y es también parte del ritual que yo me meta los cinco últimos minutos en el baño y charlemos de alguna boludez mientras termina de vestirse, sacá el cd, nos alivia a todos de su griterío y el de Cristian y vuelve a comportarse como una persona normal-si alguna vez ha podido hacerlo- hasta llegar al lugar donde se juegue el “partido”.
Desde que Cami empezó a jugar al Hokey y se armó “las chiripa” tiene este ritual entre meramente adolescente y regresivo, aunque también ridículo e inexplicable.  Nadie sabe bien a qué responde ni por qué, lo que si recordamos que empezó alrededor de los doce años y a partir de ahí, ganen o pierdan veces anteriores lo hace rigurosamente.
Para toda la familia siempre fue una boludez importante o un caprichito no molesto, así que siempre la dejamos hacerlo. El tema con los partidos es ya más serio. Desde que mi mamá quedó viuda y nosotras sin papá el régimen familiar cambió ligeramente, yo me volví más retraída y vergonzosa de lo que ya era y mi hermana siguió el camino diametralmente opuesto; se volvió cada vez más pizpireta, seductora y carismática. Siempre le gustó el deporte y mi mamá agitó esta devoción desde la primera temprana aparición. Nunca lo dijo abiertamente pero supongo que para prevenir que no se transforme en la regordeta retraída de la hija mayor, o sea yo. Así que desde muy chiquita Cami se hizo federada y se fue involucrando cada  vez más en el mundo del club, las camisetas y los torneos. Mi mamá siempre insistió en acompañarla, y apoyarla con la misma obsesión con la que Cami entrena, hace sus rituales o le pega al arco cada vez que tiene oportunidad. No sé si por genuino interés, por culpa o por intentar tapar una falta que nunca iba a poder ser taponada.

lunes, 14 de mayo de 2012

Éramos pocos… como si fuera poco ayer recibí un llamado de Fabián. Cuando vi su nombre en el display; pensé en dos opciones igual de feas, aunque una más truculenta que la otra. La primera que tal vez le había pasado algo a alguien de su familia y llamaba para avisarme (en cuyo caso no tengo idea de por qué me avisaría, pero bueno) y la otra, la más truculenta, que finalmente había decidido suicidarse y la madre como una forma horrenda de castigarme me llamaba desde su celular. Ninguna de las dos, era incluso peor de lo que mi imaginación mórbida podía crear.
Hola ¿Lau?
Si, Fabi, que tal, ¿cómo andas?
Bien, bien todo bien por suerte. Mira Lau, te llamo para contarte algo, sabes que la semana pasada bueno, finalmente me recibí, y bueno, dado que vos fuiste una persona super importante mientras yo hacía la carrera , hablando con Marisa me pareció bueno compartirlo con vos.
Bueno, ¡muchas felicitaciones Fabi! Qué bueno, me alegro mucho, por vos y …por Marisa también. ¿Cómo está el nene?
Bien, bien grande, enorme, ¡es increíble lo que crecen!
Sí, me imagino, que bueno, bueno  y ahora con papa arquitecto! Asique…genial.
(Silencio incómodo)
Si, por suerte, tarde pero seguro
Y si, se hizo largo al final, pero lo importante es que lo terminaste.
(Silencio incomodo)
Bueno, Laura ¿vos? ¿Todo bien? ¿Tus cosas?
 Pensa rápido, rápido un nombre, una carrera, un episodio, algo que no sea la nada absoluta que es tu vida Laura, dale
Bien, todo bien Fabi por suerte.
¿Tu vieja?, ¿tu hermana?
¿Contesto? Bien, ahí con la misma cara de culo con la que la conociste que tiene desde hace 20 años cuando un sifón asesino la dejó viuda y con hijas que no le salieron para nada como planeó. Y Camila, también con el mismo cuarto de queso fresco en la cabeza, haciendo cursos de estética para pasar el tiempo y seduciendo con sus enormes tetas a cuanto tipo se le cruza.
Ahí, como siempre, mamá laburando mucho como siempre y Cami…también.
Fabi, me agarraste complicadísima hoy  con un balance.
Si, si Lau, no te robo más tiempo, te mando un besote enorme, y ¡que estés bien che eh!                   
Con eso corté contundentemente el teléfono. ¡Si se pudiera también con el mismo corte terminar otras cosas! ¿Qué carajos me importa que de una vez por todas y después de cuarenta años te recibiste de arquitecto?  Y “ese que estés bien che”, ¿qué quiso decir con eso? ¿Quién dijo que estoy mal? Resulta que ahora se puede intuir vía teléfono. Este se piensa que por que yo no me recibí de nada y todavía no conseguí novio no estoy bien. Como si el bienestar de una persona pasara siempre por el tilde en el casillerito de esas dos variables. Estoy harta, cansada y podrida de que todo el mundo piense que por si una no tienen novio o un proyecto de familia necesariamente hay que tener una carrera profesional prometedora y obsesionarse con ella. Todo el mundo tiende a pensar que la típica solterona tiene que estar  horas y horas en la oficina, estudio o consultorio todavía quemándose las pestañas y trabajando a troche y moche para evadir el bache del departamento vacío y las cenas a solas. A la mierda con eso. Yo soy soltera, sin chances de formar pareja, sin apuro y con muchas ansias de aprovechar mi “solteronidez” tanto como se pueda. Y tampoco soy profesional ni devota de mi trabajo. Amo pasar el tiempo en facebook o escribiendo mails al pedo y sentir que encima de todo me pagan por ocupar una silla. Me encanta llegar a casa temprano y sentirme una millonaria del tiempo y las horas, preguntarme si prefiero ir al gimnasio, a tomar un café o charlar horas y horas con mi hermana sin ninguna preocupación. Porque no pienso ni estoy de acuerdo con los objetivos premeditados y mundanos de los otros. Porque no quiero ni un novio con quién aburrirme, ni cenas de a cuatro para apalear el tedio de pareja ni un hijo al que malcriar. No quiero ser madre ni pasar a formar parte del bando de las que hablan de pañales, cesáreas y chupetes, no quiero llamar a nadie para que me recomiende el mejor jardín o me diga a que obstetra no ir. No me interesa alquilarme un problema para siempre y abandonar mis largas sesiones de lectura o ensueño diurno. No quiero formar parte del grupo que alimenta la ficción de una sociedad que impone un modelo demodé y gastado de lo que hay que hacer. Y por sobre todo me aburre pensar que sí o sí hay que tener un objetivo en la vida. No me interesa pasar horas y horas pegada a una blackberry esperando una respuesta de algún jefe insatisfecho ni tampoco tener un sello que diga abogada-medica-licenciada-ingeniera-etc. No me gustan las etiquetas, estoy en contra de las dicotomías, para mí no es un blanco y negro todo el tiempo pero tampoco son las dos cosas al mismo tiempo. Yo soy así, soltera y sin profesión ni oficio. No me definen los nombres ni me atraviesan los roles. Será por eso tal vez que me banco lo que me banco con Germán, porque es la única manera de relacionarme con otro que necesariamente está esperando que yo no espere nada.
Desde chica siempre me reveló la idea de la familia y la pareja como estados de felicidad y a los que necesariamente hay que aspirar. A mí no me importa ni me desvela no encontrar mi media naranja. No formar una familia ni tener chicos. Nunca me sacó el sueño el amor y la vida en pareja. Siempre pensé que si venía venía y que si no yo seguiría igual. Por eso me enoja y me enbronca que desde afuera impongan a los pocos valientes que nos bancamos la soledad el modelo ortopédico contra el vacío de ellos. No creo que mi “felicidad” esté determinada por ir al cine acompañada, o vivir con alguien. Para mí la plenitud está en otro lado, tiene otras formas. Yo sé que con Germán no voy a llegar a ningún lado. El no se va a separar y a mí tampoco me interesa que lo haga. Vivimos el momento y con eso alcanza. ¿Por qué tengo que pensar que porque cuando lo veo y se me cierra el estomago y la garganta y no puedo respirar del amor que siento esto tiene que terminar necesariamente en convivencia o paseando un domingo a la tarde con el carrito del bebe y el perro? ¿Por qué nos obligan a pensar que todo es mejor de a dos, que las penas no son tan penas, que la vida es mejor en compañía? Es una forma de vida, una elección, una de las opciones en medio de otras tantas. No la única.
Cuando estaba de novia con Fabián no sentía ni la mitad de las cosas que siento por Germán. Lejos de inspirarme me aburría. En lugar de movilizarme me anclaba. Fueron casi cinco años de monotonía y estancamiento. Fabi se la pasaba deprimido, preguntándose y repreguntándose sobre la carrera, las futuras presiones laborales y comparándose con su padre. Era tan depresivo y pesimista que todavía ni se había recibido y ya se derrumbaban los edificios que no había hecho. Fueron años tediosos pero de acostumbramiento, de quietud acomodada en las miradas de tranquilidad de mi madre y el resto de mi familia que pensaban que por tener novio y que fuera “un chico medianamente bueno” yo ya había alcanzado algún estándar de normalidad. Había épocas en las que vivía enfermo. Se la pasó la mayor parte de nuestra  relación sin trabajar. Cuando no estaba con faringitis, tenía insomnio o si no problemas del ciático, cuando no lo atacaba el colon irritable. Cada flete que tenía que hacer era una catarata de quejas por las “inconveniencias”. Nos la pasábamos merodeando desde su casa a la mía, consolando el aburrimiento y el vacio en la pizza casera que hacía su vieja o en el derrochadero de postres y mousses de chocolate que yo inventaba para tener una excusa que nos juntara  a la noche y  que comíamos vigilando siempre que haya pastillas de carbón en el cajón de la cocina. Pero lo más curioso de todo era que al principio yo creía que estar en pareja era eso, aburrirse junto a otro, mutar en una pseudopersona que piensa, actúa y vive como dos.
Con Fabi terminé casi arrancando el quinto año de noviazgo, después de la gran depresión que lo tuvo varios días y hasta casi meses en cama. Cuando yo ya casi no lo aguantaba al él pero no podía dejarlo, cuando él antes de dejarme a mí se dejó caer en una depresión que lo tuvo meses sin levantarse. Fue simple y sencillo, me llamó un domingo diciéndome que nuestra relación era linda, que yo era una chica buena y me merecía otra cosa. Fue así de fácil y contundente. Fue más difícil aceptar que un depresivo tuvo el valor de cortar algo que yo no podía terminar de cerrar que la separación en sí misma.
Con Germán en menos de dos semanas sentí el quíntuple de amor que pude haber sentido en toda la relación con Fabián. Y aunque tengo claro que no hay futuro y que en algún momento se va a terminar, no hay vez en la que –bajándome de su auto con el mar de sensaciones que me provoca- no me pregunte cuándo y cómo voy a hacer para cortarlo. Si fuera depresiva tal vez sería más fácil….

miércoles, 18 de abril de 2012

El buen comienzo del sábado se arruinó cuando volviendo del telo después del reencuentro con Germán recibo un mensaje de texto de Camila que decía que el partido no se suspendía. El buen humor post sexo desapareció al segundo. Maldije mi procedencia genética en dos idiomas.
 Mi hermana además de repartir su teléfono y andar teniendo citas –cuando no sexo- con cuanto hombre se le cruza por delante, es jugadora casi profesional y federada de hockey. Como esto siempre fue muy importante y un aditamento casi exclusivo de su narcisismo mi madre siempre insistió en acompañarla y motivarla. Supongo que tendrá que ver con alguna cuestión relacionada a acompañar a la pobre pendeja que creció sin un padre, por lo que a falta de símbolo fálico en mi casa apareció el palo de hockey de Camila, no desapareció más y hubo que acompañarla a cuanto torneo en el cuerno del diablo había dando vuelta. Veintiún años después seguimos igual. Yo yendo a las puteadas, ocultando la cara de ojete detrás de lentes de sol y tratando de leer un rato de contrabando la novela de turno que este leyendo. Cada tanto tiro un “daleeee Meme” y quedo bien con mi vieja.
Así que en cuanto ponía un pie afuera de la camioneta del aparato de mi amante ya estaba puteando para mis adentros y enfilando para casa en busca de una ducha que me borre las huellas del pecado y me arranque el perfume del desinfectante bien típico de telo barato.
El reencuentro con Germán fue como siempre, como si no nos hubiéramos peleado nunca. No sé si me extrañó tanto que prefirió no seguir perdiendo el tiempo con la discusión o simplemente ni le interesaba ponerse de acuerdo y fue directo al eje de lo que lo une a mí: Nuestra relación física. Sé que a veces escupo para arriba, que para ser solo amantes hace demasiado y se preocupa por mí lo suficiente. Nosotros no garchamos solamente, tomamos la merienda y desayunamos. Alguna vez hemos comido una pizza en algún barzucho de barrios aledaños. Tenemos una relación rara aunque monótona. Nos vemos los mismos días de la semana a la misma hora, comemos los vigilantes de la misma panadería todos los jueves y compartimos la porción de tostadas en la misma confitería  de siempre todos los martes, atrás de un cartel viejo de Roxette, aunque por lo menos no al lado del baño. Los jueves viene a las ocho y cuarto, que son los días que entro a trabajar más tarde. Viene a casa desayunamos y estamos juntos, o en orden inverso, depende de las necesidades o como venga la semana. Después nos vamos juntos, el me deja a dos cuadras de la oficina y él se va al negocio, las gracias de andar de trampa con alguien cerca del laburo… los martes en cambio en general vamos a un telo y después merendamos en el bar de la vuelta. A los cuarenta y cinco minutos de llegadas las tostadas Germán sale a las chapas corriendo a cumplir con sus actividades parentales y maritales.
 A veces me pregunto qué es lo que lo lleva a tener esta especie de doble vida. Por momentos logro entenderlo y pienso que está demasiado atado para tomar una decisión y por otros creo que está demasiado liberado para sostener una estructura familiar que parece que lo único que es es eso, una estructura sin relleno.
La tarde pasó lenta. Encima la novela que alcancé a agarrar antes de salir a las corridas no está para nada buena.
Ochenta mil horas y cuarenta mil flashes post-garche salvaje después de perderme en mi propio mundo y tratando de olvidar dónde estoy, tengo la aparición de Camila saltando como una desequilibrada, con una pollerita, la remera anudada y la enormidad de sus tetas bamboleando que parecían dos melones en un terremoto,  al grito de “¡ganamos, ganamos! ¡Pasamos a la final!
"¡Felicitaciones Meme! ¡Qué bueno!" Dijimos al unísono con mi madre.
Genial, ahora vamos a tener que venir a la final seguramente disfrazadas de porristas yanquis. Cada partido ganado es otro partido más prometido.  El día parece enfilar en forma diametralmente opuesta a cómo empezó.

lunes, 9 de abril de 2012

Y nos vimos. El estaba como siempre impecable, de punta en blanco. Yo también como siempre, arreglada a las corridas e insegura sobre lo que había elegido ponerme. Nos juntamos como de costumbre en la cafetería que está a dos cuadras de mi oficina y su bar, en la parte de arriba, en la mesa que está contra la puerta del baño y a la que le llega el olor a podrido de la cloaca. No charlamos mucho. Yo me moría de ganas de que me estampe un beso y mordisquiearle los brazos, él como siempre, se hacía el indiferente.
Tratamos de aclarar algunas ideas sobre la última discusión. El dijo que yo le contesté con cara de culo la última vez que nos habíamos juntado, yo le dije que no. El me dijo que sí de nuevo y así habrá pasado un rato hasta que nos cansamos de discutir, el tenía que irse y yo ya estaba al borde de las nauseas por el olor del baño.
Por alguna razón que desconozco mientras bajaba las escaleras tratando de escapar al olor a morcilla rancia me dijo “mañana a las diez, en la placita”. Ni atiné a sacarme la chalina de la boca, asentí con la cabeza y como una nena obediente bajé las escaleras  pensando  si  Mari habría usado ya mi conjuntito o tendría chance todavía de recuperarlo. El tema no había quedado aclarado ni se aclararía, así que no tenía sentido hacerme la difícil.
Con Germán la cosa siempre fue así desde el principio, ni media chance de dudar. Nos enojamos, nos amigamos y nos peleamos siempre a su ritmo. Me puede, me coarta, me atraviesa. A veces ensayo horas y horas diálogos mentales, esquemas de conversaciones, quiero decirle que no, que se acabó que basta que estoy cansada de sus berrinches, que no soy su muñeca que no puedo hacer lo que quiere y que esta relación no es sana y  a mí no me hace bien. Nunca pude, nunca puedo. Me tiene como esposada mentalmente. Es un amor prohibido e insano. Unilateral, injusto y melodramático. Basta con verlo, con olerlo que tiro a la mierda toda la sarta de gansadas que venía pensando, que no que no se puede, que es injusto que yo sufro que la paso mal, que yo así nunca voy a conocer a nadie y bla bla. Pero cuando no hablamos, cuando no pienso y solo siento es un amor único e indescriptible, algo que me paraliza y me acelera al mismo tiempo. Me emociona y me estorba.  Es lo único que siento propio y secreto; genuino.

viernes, 6 de abril de 2012

Hoy a la mañana pasó lo que venía esperando desde hace días; el desconsiderado de Germán apareció. Lo usual, lo de siempre. Su forma de acercarse aunque esté enojado. Como los perros después de que se mandan una cagada y vienen caminando despacito, con las orejas para atrás y sin poder sostener la mirada. hola como andas”, así sin mayúsculas ni signos ni nada. Un mensaje de texto pelado e inexpresivo, como él, como nosotros.
Pensé varios segundos qué contestarle, pensé y pensé. Con este tano loco hay que pensar varias veces que contestar, sobre todo cuando viene él con el rabo entre las patas y la cabeza gacha. Va a estar ultra ofendido y algo paranoico, ya lo conozco. Del año y medio que estuvimos juntos tuvimos 3.000.000 de peleas pero nunca estuvimos más de dos días sin hablarnos. O aflojaba él o yo, o a veces alguno de los dos forzaba algún encuentro casual en el bar o en la oficina que nos obligue a retomar contacto y así enganchar. No tengo mucha experiencia con los hombres, no tuve muchos novios, en realidad sólo uno. Una experiencia única y- espero-, irrepetible. De todas maneras esto que tenemos con Germán difícil pueda ser catalogado como “relación”; yo lo definiría como un encontronazo, un golpe de dos trenes, uno a contramano (él, obvio), como un manotazo de ahogado, como uno de esos choques torpes entre brazos y manos que se producen en las calles superpobladas de Buenos Aires, como un especie de sacudón que hace parar y recalcular. El problema de eso es que yo todavía estoy pivoteando, viendo si me caigo o conservo el equilibrio. Basculando. 
No tuve muchas relaciones con hombres, un solo novio en todo mi historial, y padre no tengo ni tuve o por lo menos después de los nueve años. Un día salió a comprar un sifón de soda y no volvió más. Si, otro cliché en mi vida, aunque este es algo diferente, salió a comprar un sifón de soda pero no volvió no porque se hubiera escapado con una amante diez años menor a las Bahamas, sino porque no vio el 47 que venía a las chapas y fuera de servicio que lo pasó por encima, hizo reventar el sifón y cuatro horas más tarde lo dejó  muerto y desfigurado en una sala de operaciones. Una historia triste, traumática y brutal, si, una verdadera tragedia de la que muy poco se habla y casi ni se recuerda. A partir de ahí mi madre nos crio sola e infundió una atmosfera rara y desmemoriada en la que la figura paterna pertenece sólo al área conceptual. Aprendimos a convivir sin papa y a no preguntarnos nada. Solo ir al cementerio año tras año para el aniversario con una ligera idea de lo que pasó pero nada en claro. En ese momento yo tenía solo nueve años y Cami seis.  Desde entonces mi mamá nos crió sin volver a formar pareja entre una horda de tías y primas; una fauna familiar meramente femenina.
Mientras pensaba qué carajos contestarle al rey de la novela me llegó otro mensaje hiperexcitado de mi hermana “trola en qué andas, ni apareciste anoche! Tengo mil novedades del del 110!! Dsps te cuento. Re da garchar en el bondiiiiii jajajaja nos vemos a la noche, ¿estas no?"
A veces no sé si mi hermana es simplemente negadora o no puede asociar una idea con otra; pero tener sexo en un colectivo cuando tu padre murió atropellado por uno es un toque “too much”.  Además, ¿ella garcha en colectivos y me llama a mi trola? Le contesté un sí a secas. Todavía no sabía qué contestarle a Germán y ya se me estaba haciendo tarde para maquillarme por si nos juntábamos.
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En toda mi vida tuve un solo novio, Fabián, tuvimos una relación larga, tediosa y monótona. Hacíamos cosas de novios y estábamos prácticamente todo el día encerrados en mi casa. Fabi fue el novio oficial, el que entró, el que me desvirgó (tarde, muy tarde) y quién vino a funcionar de señuelo de “vida lo suficientemente normal”, el que- supongo- desmitificó los rumores de traumada por falta de imagen paterna o lesbiana encubierta. Durante un largo período de noviazgo estuvo muy deprimido, yo en el momento no me daba cuenta, claro, consideraba que estaba estresado, cansado, o simplemente aburrido, pero en ese momento todavía pensaba que el aburrimiento en la vida y en la pareja era algo normal. Un destino único e inexorable. A veces todavía lo sigo pensando, por eso me conformo con solo tener un amante.

domingo, 1 de abril de 2012

Como si la noche no hubiera sido lo suficientemente larga y angustiante me despierto con dos mensajes de texto, ninguno de ambos el deseado;  el típico mensaje tedioso de la compañía intentando venderme no sé qué cosa o para avisarme que la factura esta en no sé qué sitio virtual perdido. A mí me gusta cuando la factura del teléfono llega a mi casa con un sobre a mi nombre, verla , tocarla y putear tangiblemente cuando veo la suma en el papel. Mis gastos se han ido incrementando considerablemente desde que empecé la historieta con Germán, no solo la cuenta infinita de llamados y mensajes, si no lo que gasto en ropa y lencería, maquillajes y otros aditamentos de la parafernalia femenina que normalmente no solía consumir. Por suerte Meme me hace gratarola los servicios estéticos aunque a veces no tan gratis porque es buena negociante y sabe canjearme la pierna entera por la lavandería de la semana, o las manos por limpiarle el baño antes, esas cosas.  Canjes raros, pero justos.
El segundo mensaje, por suerte,  más interesante, de Cami:  trola a motor, ¿vas a estar hoy a la noche?? Hacemos juntadella hoy??? Tengo novedades de lo del colectivero!!!! No sabes cuándo te cuente!!! Nos juntamos??? Tuya o la mía??
Respuesta: Que haces tan temprano levantada meme??? De dónde te caíste o dónde te dejó tirada el colectivero???. Si estoy libre esta noche, como siempre, pero hoy solo mate y pucho, sin bay biscuit, compra galleta de arroz.
Mi hermana, mi colchón, mi oasis.  Está cuando estoy mal, cuando estoy bien y cuando estoy regular. Me pinta las uñas, me depila, me escucha y me entiende sin que yo le hable o le explique. Me conoce como nadie y puede armar o desarmar con una sola mirada. Me funciona como escudo con mamá y está siempre al otro lado del pasillo, en el D. Nos mudamos de la casa de mi vieja las dos al mismo tiempo, vivimos gracias a dios en el mismo edificio y en el mismo piso, en departamentos separados.  Ella en el D y yo en el E. La distancia justa y necesaria.
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Así arrancó la mañana y continúo peor cuando me di cuenta la presencia de las fechas que estábamos atravesando. Prendí la tele y  las publicidades navideñas y con los motivos de fiestas  ya están inundando el ambiente. Lo cual me deprime sobremanera. Odio las fiestas, odio la previa a las fiestas y sobre todo más las fiestas de las fiestas, esto es: las fiestas que organizan las empresas o los grupos que conglomeran diferentes humanos por distintas razones y empiezan a festejar años finalizados. ¿Para qué? Al pedo. Seguramente todos los que van a esas fiestas de empresas, clubes o asociaciones van por el morfi o el chupi gratis, para figurar, para caer bien o simplemente para no sentirse más fuera de lo que están (bueno, tal vez esa última opción aplique sólo en mi caso). De cualquier manera las odio por una razón puntual: el clima que se vive en mi familia. Para empezar mi madre esta de mal humor toda la segunda mitad de de noviembre y diciembre entero. Estresada y cansada, con la laptop y la calculadora pegada al cuerpo. Se duerme con el cuadernito de las cuentas y viene permanente  la expresión de “que habré hecho mal yo para que ustedes se caguen tanto en el capital familiar” que me enerva, a mi sola no, a Cami también.  Somos opuestas pero en algún que otro punto complementarias.
Mi madre, junto a mi tía tiene una mini empresa de alquiler de objetos de vajilla y servicios gastronómicos, lo que incluye, plato, vaso, copa, copita, variedad de tenedores y cuchillos, fuente, fuentin, fuentón, mesa, caballete, tablón, mantel, mantelito para mesa de dulce, para mesa vestida, funda de silla, faja de silla y otros diversos ítems relativos a la vestimenta y ornamentación que es exacerbada para objetos inanimados pero que parece que gusta mucho en eventos ridículos  y pomposos. La empresa está formada básicamente por mi tía, mi madre, mi tío y la horda de las chichas que sería una versión más edulcorada de las brujas de salem (que en lugar de tres serían cuatro porque a mi tía la incluiría parcialmente en el subconjunto de brujas). Siguiendo un organigrama formal sería: mi mamá, mi tía y mi tío; luego las chichas, en funciones y roles mezclados y desfigurados y hasta negligidos. Y finalmente  las esferas más productivas y no jerárquicas compuestas por mí  -a veces-, Meme -recontra a veces-; Normita: cargo y función: indescriptible; y dos empleados: José y Daniel. José es el que con Meme llamamos “pluralista”, hace de todo; si falla el del flete lo mandamos con José; si se descomponen las máquinas de secado o los lavavajillas también los arregla o cuando ambos andan bien, se encarga de operarlos, que es básicamente poner y sacar. Supongo que para José la gracia de este trabajo que sostiene desde hace cuatro años es que nunca sabe que terminará haciendo y la adrenalina le sentará bien; la otra es que vino de Bolivia y como todavía no tiene los documentos -no sabemos por qué razón no quiere hacerlos aunque tenemos algunas sospechas- es mejor quedarse donde no te los piden y sí te pagan el sueldo.
El otro, Daniel, es argentino y padece  un retraso de alguna índole, o algo así escuché. Es el hijo de la vecina de la vuelta, la costurera. Mamá lo tomó cuando la empleada anterior dejó de venir porque tuvo que llevarse a su hijo a Paraguay porque “las drogas lo estaban matando”. Por las dudas mamá dijo que no preguntemos nada, le dio la indemnización correspondiente que ella, mi tía y Ruccelli consideraron justa y se mandó a mudar sin más. Ruccelli es el contador de “la empresa familiar “es viejo, feo y yo tengo la creencia de que aunque está casado anda atrás de Violeta, una de las chichas, que es la más exuberante de mis primas, usa siempre minifalda y aros con muchas cosas que le cuelgan; grita cuando habla y se pone maquillaje tres tonos más claros del que debería, pero tiene las tetas hechas, así que eso distrae un poco la mirada cuando se quiere. Ruccelli la mira todo el tiempo y ella lo sabe y lo disfruta. Mamá insiste en que no, que es idea nuestra (de Camila y mía), que Ruccelli es un hombre casado y serio. Yo creo que lo defiende tanto porque él era el mejor amigo de papa, y tachar la imagen de semejante personajes sería como en alguna instancia manchar transitivamente la de papá; no sé cuánto habrá de acertado en eso, pero lo cierto es que fueron inseparables durante mucho tiempo, a tal punto de haber hecho el colegio secundario juntos y después la misma carrera pero no creo que eso lo libere de ser un simple pajero.
Pero resulta que  la transición de Mirna a Daniel  sí que fue jodida;  nos la pasamos dos semanas  con Cami a plena cara de culo doblando manteles y metiendo copas adentro de cajas con separaciones al mejor estilo de tiempos modernos. A los tres días mamá apareció con cara de resignada  diciendo que “Dani nos iba a ayudar por unos días”, cansadísima de escucharnos putear por tener que ayudar el doble. Dani se rascaba la cabeza sin parar (después nos dimos cuenta que lo hace cada vez que se pone nervioso) y no habló hasta pasados los dos meses de empezar a trabajar.  Se quedó desde entonces.
                               

miércoles, 28 de marzo de 2012

Ya van casi tres semanas de la última vez que hablamos y se ha convertido en una eternidad. Ya no sé si los minutos son segundos u horas enteras y da lo mismo. El tiempo lo divido en cada vez que miro el mudo celular que nunca suena, y si suena es solamente mi madre con algún pedido ridículo o mi hermana para preguntarme alguna pelotudez. Lo peor es cuando llega un mensaje y es de la compañía telefónica ofreciendo algún concurso pedorro en el que se participa por un ciclomotor, un viaje a Las Vegas o una batidora eléctrica indistintamente. Deberían prohibirlos. Estoy pensando seriamente en denunciarlos por crear ilusiones de treinta segundos (que es lo máximo que puedo tardar en correr hasta el celular cuando lo escucho sonar). Recibir esos mensajes o un sms de mi madre es como un mensaje en contra, es peor que no recibir nada.
Ayer nos cruzamos dos segundos, el vino a dejar dos cafés y un sanguche para el segundo piso y yo lo vi justo desde la baranda, así que me hice la boluda y bajé a buscar supuestamente un cartucho para la impresora. No nos dijimos mucho, yo lo debo haber mirado con ojos de perro mojado y asustado y él me miró con cala de culo, como siempre. Para colmo el boludo de la tesorería cuando le pido el cartucho, mientras a él le pagaban me dice, “Laura si sabes que no hay más. ¿O no te llegó el mail de que la compra a papelería y librería la hicieron a un lugar que resultó ser trucho y nos vendieron los cartuchos vacios?”, balbuceé un no, no me llegó nada y me fui. Él para variar, ni se inmutó. Después lo vi irse zamarreando la bandeja como siempre. Quise salir corriendo y taclearlo por la espalda.  Qué bueno que los pensamientos no se ven.
Lo que peor me pone es la indiferencia. A mí me podés pelear, putear, insultar pero no ignorar. No soporto la indiferencia, la indiferencia resalta la “inimportancia” de una persona, la banalidad de su existencia. Que me hagan la difícil haciéndose el indiferente me enerva y me angustia al mismo tiempo. Me saca de las casillas, me descoloca. Me hace acordar que soy un ser poco útil y necesario. Me hace sentir como me siento en mi familia: Innecesaria e insuficiente.
Cuando era chiquita mi mamá vivía diciendo que yo era gracias a dios una nena tranquila, que nunca jodía ni molestaba, que casi ni se sentía y en lugar de ser el halago que pretendía ser a mi me hacía sentir que esa era la única forma de complacerla y de seguir siendo y estando, haciendo de cuenta que casi ni estoy. Será eso lo que peor me pone; no sé si con Germán estaré repitiendo algún patrón de cómo me sentí toda la vida en mi familia, o si tendrá que ver con la falta de imagen paterna o algún rebusque psicológico que debe existir. Pero si esta situación tiene que ver con la falta paterna o el circo romano que es mi familia quiero un resarcimiento urgente. Quiero que alguien venga y me extirpe esta angustia y esta tristeza del pecho, porque estos días últimamente no soy yo. Me siento sola, vulnerable e indeseable. El último orejón del tarro, la mujer más infeliz y desdichada sobre la tierra. Por momentos quisiera ni haberlo conocido y por otros siento que es la única vez que me enamoré completamente y que por lo menos debería valorar haber vivido la experiencia; aunque después cuando lo vuelvo a pensar prefiero pagarme unas buenas vacaciones aventureras en algún cerro perdido del sur antes que pasarla como la estoy pasando.
Lo peor es a la noche. Durante el día más o menos me la banco, en el trabajo me la paso prendida en la ventana a ver si aparece o si alguien hace algún pedido y el enano del delivery faltó. Si no me entretengo con el chusmeteo que hay siempre en la oficina. Pero las tardes se me hacen largas, sobre todos los jueves que son los días que solíamos vernos. Yo lo esperaba en la placita de la vuelta y él me pasaba a buscar con la camioneta, de ahí a tomar la merienda y después al telo o en orden invertido según las necesidades del momento…
Las noches que Cami no viene son las que me resultan más largas y angustiantes. Igualmente no me puedo quejar. Se estuvo portando recontra bien conmigo y haciéndome el aguante a full desde que se armó el gran kilombo gran, pero ahora que arrancó con los últimos exámenes en el profesorado anda cansada y desaparecida y yo me siento cada vez más sola y hundida. Por suerte hoy me mando un mensaje de texto que decía que esta noche estaba en su casa, así que “se cruzaba para unos mates con la más trola de todas”. Con mi hermana tenemos una relación de amor-odio vía el chiste, ella me dice trola, atorranta, yegua y – en el último año adoptó “conchita-adultera” en honor a mi nuevo rol de amante. Yo le digo simplemente boluda o yegua. Entre nosotras siempre fue así, yo siempre le puse coto a la cosa, ella el pie al acelerador, yo siempre viví con edulcorante (esto último literal y metafóricamente hablando) y ella se la toma así como viene. Aunque debería decir que últimamente los roles vienen algo cambiados…
Por suerte esta noche no tiene prácticas, ni novio uno, ni novio dos ni ningún “laburito extra” como le dice ella a sus changuitas en el barrio. Camila tiene 24 años y es estudiante de educación física pero también es esteticista; esto es: masajista, depiladora, manicura, pedicura y también bruja y chusma, dos cosas que para los oficios que preceden son más que necesarias.
Así que ya compré lo necesario para nuestro ritual, bay biscuit, yerba y un paquete de puchos de diez. Cuando nos juntamos hacemos, usualmente en mi dto. (el de ella es mucho kilombo y normalmente tiene mucho olor a sexo o a preservativo, cuando no a cera recalentada de haber atendido a alguna clienta) un ritual de mate con  sesión de charla. Normalmente me hace algún trabajito de belleza, o los pies o las manos o si no me depila.
Cami fue la primera en enterarse de lo de Germán, es una de los pocos que lo sabe contando mi amiga Mari y el gordo Aníbal. Todavía me acuerdo la primera vez que le conté, estábamos en el living de la casa de mamá, que no estaba y nos habíamos quedado para darle de comer a Bilardo y a Clemente.
¿Con cutícula o sin?
Sin                                    
Auch, boluda ¡me lastimas!
Y bueno, forra ¿qué querés? perdón  pero si en esta cocina no se ve una mierda! ¿No cambiaron la lamparita todavía?
El tío dijo qué no es la lamparita, que hay que cambiar la llave de luz, que no hace contacto. (Mi tío siempre es el que arregla las cosas de la casa de mi madre, dado que mi madre vive sola, con Clemente y Bilardo. Y a veces Normita.)
Qué raro, algo roto en esta casa. Che, ¿y al final, qué onda con el flaco ese?
¿Qué flaco? ¿De qué hablás?
Dale, Laura no te hagas la boluda, del tipo ese del bar de tu laburo, ese que me dijiste qué te dice piropos y te mira con cara de pajero, ¿pasó algo? ¿Se te tiró?
¿Quién? , ¿Germán? Ah, no sí, bueno, lo de siempre nada del otro mundo, me dice boludeces pero nada más.
Dame la otra mano, Laura no te hagas la boluda (cuando mi hermana me dice dos veces Laura sin un conchuda, puta o forra en el medio es porque se pone seria) estas toda colorada. ¡Contá ya! ¿Qué paso?
Nada, nada, el otro día vino a entregar un pedido porque el del delivery no estaba y me dejó un café en el escritorio así de la nada, me dijo que era una invitación de él para “las chicas lindas”, y después me llamó al interno para ver si me había gustado el café y  entre una cosa y otra terminé dándole mi celular. ¡Pero Meme no vayas a contar nada!¡Por favor eh!
¿Vos sos pelotuda? ¿A quién querés que le cuente?,  A mamá?¿ A las chichas? (las chichas le llamamos entre nosotras a la horda de mi primas por vía materna que tenemos, es una tribu cruel y primitiva, de rituales chamanísticos y brujísticos, a veces malas y envidiosas) ¿Qué color???
El rojo. Ya sé Meme que no les vas a contar a ellas, lo que te quiero decir es que esto es super archi mega secreto.
Ya se reboluda a cuerda. Ya sé. Mirá ya te estás volviendo totalmente atorranta, ¡por fin te decidiste por el rojo! Bueno, largá el rollo Pepona , ¡Dale contá!
Nada, que sé yo. Eso estamos histeriqueando, pero nada serio. Yo ya te dije, el tipo es casado. No da.
Pepo, ¡contá! ¿Te lo transaste?
Un poco.
¿Cómo un poco?, o te lo transaste o no te lo transaste, no es a medias.
Bueno sí.
Ayyyy viste, yo sabía que en el fondo éramos hermanas, ¡al final resultaste flor de putita como yo! Juaz, ¡con uno casado! ¡Quién lo hubiera dicho Pepo! Me encanta. ¡Garchatelo! Pero ojo, eh. No te vayas a enganchar boluda, mirá que los casados nunca se separan, eso es regla general. Garchatelo y punto. ¡NO TE VAYAS A ENGANCHAR!
Más  fácil dicho que hecho.
                       
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 Ese mismo día, el del café, fuimos todos a almorzar por el cumple de Cristina y él me llamó para buscar la torta. Mientras me la pasaba para que yo la lleve me metió una mano en el culo deliberadamente y me dijo “avísame por favor cuando es tu cumpleaños así armo algo especial”, metió el dedo en la crema se lo paso por la lengua y me guiñó el ojo. Yo salí de atrás de la barra con la respiración entrecortada tratando de balbucear el feliz cumpleaños. El estado de agitación general y la cara colorada como un tomate parecieron de la vergüenza por llevar la torta. Nada podía estar más alejado. Ese día lo pasé con la sonrisa pegada a la boca y sin poder concentrarme en nada más que en la burbuja invisible que me rodeaba.