lunes, 9 de abril de 2012

Y nos vimos. El estaba como siempre impecable, de punta en blanco. Yo también como siempre, arreglada a las corridas e insegura sobre lo que había elegido ponerme. Nos juntamos como de costumbre en la cafetería que está a dos cuadras de mi oficina y su bar, en la parte de arriba, en la mesa que está contra la puerta del baño y a la que le llega el olor a podrido de la cloaca. No charlamos mucho. Yo me moría de ganas de que me estampe un beso y mordisquiearle los brazos, él como siempre, se hacía el indiferente.
Tratamos de aclarar algunas ideas sobre la última discusión. El dijo que yo le contesté con cara de culo la última vez que nos habíamos juntado, yo le dije que no. El me dijo que sí de nuevo y así habrá pasado un rato hasta que nos cansamos de discutir, el tenía que irse y yo ya estaba al borde de las nauseas por el olor del baño.
Por alguna razón que desconozco mientras bajaba las escaleras tratando de escapar al olor a morcilla rancia me dijo “mañana a las diez, en la placita”. Ni atiné a sacarme la chalina de la boca, asentí con la cabeza y como una nena obediente bajé las escaleras  pensando  si  Mari habría usado ya mi conjuntito o tendría chance todavía de recuperarlo. El tema no había quedado aclarado ni se aclararía, así que no tenía sentido hacerme la difícil.
Con Germán la cosa siempre fue así desde el principio, ni media chance de dudar. Nos enojamos, nos amigamos y nos peleamos siempre a su ritmo. Me puede, me coarta, me atraviesa. A veces ensayo horas y horas diálogos mentales, esquemas de conversaciones, quiero decirle que no, que se acabó que basta que estoy cansada de sus berrinches, que no soy su muñeca que no puedo hacer lo que quiere y que esta relación no es sana y  a mí no me hace bien. Nunca pude, nunca puedo. Me tiene como esposada mentalmente. Es un amor prohibido e insano. Unilateral, injusto y melodramático. Basta con verlo, con olerlo que tiro a la mierda toda la sarta de gansadas que venía pensando, que no que no se puede, que es injusto que yo sufro que la paso mal, que yo así nunca voy a conocer a nadie y bla bla. Pero cuando no hablamos, cuando no pienso y solo siento es un amor único e indescriptible, algo que me paraliza y me acelera al mismo tiempo. Me emociona y me estorba.  Es lo único que siento propio y secreto; genuino.

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