lunes, 28 de mayo de 2012

Esta mañana a raíz de una escena muy trivial y perfectamente cotidiana con mi hermana me di cuenta de algo triste e irremediable:
Abrí bien pepo
¡Estoy abriendo! 
Bueno pero mas, ya sabes cómo es esto    
Si, lamentablemente se como es esto. Un horror, un ultraje.
 Bueno che no exageres ¿lo querés o no lo querés?  además ¡ni que fuera la primera vez que lo haces vieja!
¿Ahí está bien no?           
 Si, ahora sí. Ya casi terminamos.
Che te quedaron bien las uñas eh! Y eso que ya pasaron unos días desde que las hice.
Auch! Más despacio!!!               
¡Ya está maricona!,  Se ve que esa marca de esmalte es buena, ni se te cachó, Ah, hablando de eso. Está el bolsito con mi ropita del entrenamiento del finde…ya sabes.
Si Meme, esta noche o mañana lo hago quedate tranqui.
Con mi hermana tenemos un pacto, ella me hace favores estéticos como ser en este caso depilación, manicuría o algún tratamiento corporal muy en voga y yo a cambio le lavo la ropa o le limpio el baño. Algo justo y a nuestra medida.  Yo me ahorro el dineral que salen esas cosas y ella la guita del lavadero. Un negocio redondo.
¿Pero mañana no es jueves? Ah, veo que la cosa sigue igual
Si sigue igual o peor. No quiero hablar del tema.
Como quieras. ¡¿Podes mantener abierto por favor?!, no es tan difícil. Se va a pegar todo y ¡ahí te quiero ver boludita!
Y bueno, ya sabes es que es indignoooooo ahhhcchch conchuda!!!
Bueno, a ver si te distrae, contame un poco. ¿Qué mierda pasó ahora Laura?
Nada, no pasa nada, eso es lo que pasa.
 ¿Pero no volvió a llamarte?
 Nop             
¿Mensaje de texto?
No.
¿ Pero te lo cruzaste?
 Sí, pero en la calle, dos segundos.
¿y nada?
Nada de nada. Not a thing.
Ya te dije que en criollo a mí. La intelectual sos vos.
Uff Camila, eso, que nada, ni una puta novedad.
Abrí mas Laura, ya es la última
Ufffff gracias a dios.  Ya no lo aguantaba más, te juro.
¿Qué cosa?
Esto nena, esto! Es un ultraje, es indigno!
Camila me miró con cara de culo y se fue llenando  violentamente  el tarro con cera recién usada y pensando seguramente que soy una boluda por haberme metido en esta y encima no hacer nada para resolverlo.
En este último año tuve que correr tres veces por las escaleras de emergencias, fingir estar con un ataque de lipotimia  para justificar que el dueño del bar esté en el baño de damas,  coimear al conserje de un telo para que nos deje salir por separado cuando pinchó la goma de la camioneta en el estacionamiento  y sobornar  al cana que está en la garita de seguridad de mi laburo que nos pescó dos veces  y todavía tengo el tupe de considerar la tira de cola como algo indigno.  Camila tiene razón, soy una reboluda.

jueves, 24 de mayo de 2012


Ayer me desperté con un sobresalto a las siete de la mañana. ¡Puta costumbre que tenemos las solteronas jóvenes y dependientes de dormir con el celular prendido, como si fuera a recibir un mensaje o un llamado importante! La alarma la tenía programada para las ocho, considerando que ya estaba depilada y bañada solo iba a necesitar media horita para maquillarme y ponerme el vestidito así que con tal de garronear una horita mas de sueño lo puse más tarde que de costumbre. El tema fue que recibí un mensaje de texto de mi vieja, con una especie de emergencia casera porque Norma , como no ve nada, se equivocó y en lugar de ponerle alpiste a Bilardo le puso arroz integral y parece que el canario quedó intoxicado y en peligro de muerte haciendo convulsiones en la jaula. Lo llevaban a la guardia veterinaria así que como justo llegaba a las ocho menos veinte el camión con los manteles y las telas nuevas pretendían que fuera tan rápido como podía para o bien recibir el pedido o bien llevar a Bilardo al veterinario. Salí tan rápido que me olvidé el celular y cuando me avivé ya estaba a media cuadra de la casa de mi vieja, no tan lejos como no volver pero tampoco tan cerca como para sí volver, (vivo a diez cuadras). Así que cuando me di cuenta que no podía avisarle a Germán que no iba a estar y que no nos juntábamos ya eran como las ocho menos cuarto, el en general llega a casa a las ocho, ocho y cuarto mas tardar.
Uno de las desventajas de la practicidad de la tecnología es que uno piensa que tiene todo conectado y que está equipado para cualquier cosa, que con el celular se puede sentir más protegido en alguna emergencia, pero el caso contrario es que cuando no lo tenemos no damos cuenta cuán poco tenemos almacenado en la cabeza. Ahora todo lo tenemos en el directorio del celular o en un mail, dependemos de internet hasta para ver cuando se nos vence la factura del agua y cuando fue la última vez que hicimos una compra en el súper mercado fijándonos en el registro on line, cuando nos damos cuenta que no tenemos más aceite y que estamos usando el último rollo de papel higiénico. Si somos minas, obsesivas y tenemos blackberry, tenemos bien digitadas las discusiones y tenemos aseguradas todas las peleas por entredichos ya que podemos acceder al historial de “histeriqueo y puteadas con nuestro otro significativo”  y estudiarlo minuciosamente; porque hasta ya no nos tienta quedarnos en el pasillo si escuchamos una discusión en la casa del vecino porque nos conformamos con andar chusmeando las fotos en el facebook o viendo si el otro leyó o no el mensaje que le enviamos. Si estamos aburridos en la sala de espera del médico o en la parada del bondi y tenemos “datos”  reactualizamos nuestro perfil de twitter poniendo “aburrida en la parada del bondi”, ”esperando la llamada del intestino en casa” o alguna otra actividad aleatoria e innecesaria de comentar. De la misma forma que ya no vamos al psicólogo porque hablamos todo el tiempo con una amiga por mensaje de texto o posteamos y colgamos nuestras experiencias en blogs para descargarnos…
La cuestión es que probé varias veces, sabía más o menos el conjunto de números, pero se ve que no le pegaba en las combinaciones. Puteé durante diez minutos seguidos mientras con el inalámbrico en mano y firmando remitos, intentaba comunicarme con Germán imaginando la puteada que me iba a comer cuando tocando el timbre insistentemente no me encuentre. Hablé con una Florencia, una María Marta que pensó que la llamaba para acceder a sus servicios domésticos y un Roberto que no registraba mi apuro en cortar la comunicación equivocada e insistía en preguntarme cosas desubicadas con la intención de levantarme.
Mientras tanto, yo no quería ni imaginármelo parado en casa, esquivando al portero, con sus clásicos lentes de sol espejados (que lejos de brindarle disimulo hacen el efecto contrario) y la bolsita de la panadería.
Y Así fue que cuando llegué a casa tenía catorce mensajes de texto con puteadas de distinta índole; (ya en los últimos se notaba un dejo de preocupación) y tres en el teléfono de línea. El último decía algo así como que estaba preocupado que lo llame en cuanto pudiera  y que más vale que me haya pasado algo porque si no me pasó nada y estoy dormida o me olvidé de nuestra cita la iba a pasar peor por “haberlo dejado como un pelotudo, plantado a las ocho de la mañana con media docena de vigilantes de pastelera”. Seguro en su fantasía mas narcisitica el infradotado estaba pensando en que finalmente no pude mas con la soledad y la ingratitud de nuestra relación y terminé como una de esas putitas deprimidas que se toman un par de clonazepan de mas mezcladas con tic tacs para llamar la atención y alarmar a un amante. Nada más alejado. El tema fue cuando logré comunicarme y le conté el motivo de mi desaparición.
¿O sea que me dejaste clavado veinte minutos en la puerta de tu casa, tocando el timbre como un pelotudo porque el canario de mierda estaba intoxicado? ¿Vos sos boluda?¿No te das cuenta que para mí el tiempo es oro?! ¿Que podría haber estado haciendo en otra cosa, y que además me pudo haber visto cualquiera? “
Y a partir de ahí se armó un set de idas y vueltas en donde yo trataba de hacerle entrar en razón y él se calentaba mas. Me cortó el teléfono de un golpazo, como siempre con la excusa de una crisis en el local o el llamado entrante de algún proveedor.
Sus típicos ataques de ira de cinco minutos. Ya se le va a pasar intenté tranquilizarme mientras me subía a un taxi para llegar antes de lo inaceptablemente tarde que el código de compañeros del ámbito público acepta.
Esa misma tarde la pasé esperando un mensaje de Germán que nunca llego. El que si llegó fue el de mi vieja diciendo que lamentablemente no se pudo hacer nada por el pobre Bilardo y que a partir de hoy “ha pasado a mejor vida”. Que fuera a “casa” (no sé por qué mi vieja sigue diciendo “casa” cuando hace más de dos años Camila y yo no vivimos ahí) para que vayamos al entierro y que por favor le avise a mi hermana.
No podría ser mejor, encima que suspendí mi cita sexual de los martes, lo dejé a Germán más caliente (en ambos sentidos) que una pava y todavía tengo que ser el ogro que le de la mala noticia a Meme. Odio todo.

sábado, 19 de mayo de 2012


                                       
Y parece que los fines de semana vienen de mal en peor.  Hoy se jugó la famosa final de hockey de Meme así que a las once de la mañana estábamos todos con el culo clavado en las gradas duras y astilladas de un club lejano y muy deprimente de algún lado del conurbano de Buenos Aires, recontra cagados de calor y bajo el sol del incipiente y sofocador verano que seguro nos espera. Cuando digo todos digo T.O.D.O.S, mamá, normita, la tía, mi abuela y Violeta, por suerte con uno de los dos salvajes (salvajes: mis sobrinos) sosteniendo una bandera que decía FUERZA CAMI!!! AGUANTE LAS CHIRIPA CARAJO!!! . La escribió ella una noche de verano hace mil años, un día que estábamos desveladas y nos pusimos a matear en la terraza de mi vieja, desde ese entonces para todos los partidos “importantes” hay que llevarla y sostenerla religiosamente durante mil horas, llueva o truene e independientemente de la cara de culo y el sentimiento de humillación de quién esté desempeñando la tarea. Camila es una desbolada, mamarrachezca comehombres, pero a veces se pone obsesiva. Y con el deporte, mas puntualmente su hockey y su equipo “las chiripa” pasa de ser comprimidamente  obsesiva a ser una rompe pelotas, demandante y narcisista (a veces me pregunto por qué elegí un hombre con las características tan parecidas  a algunos miembros de mi familia…)
                                          
Lo peor de todo no fue ni  el sol tajante que rajaba la tierra, ni mi familia sosteniendo la bandera y abucheando como la barra brava de Boca en un partido de final de campeonato,  sino que la noche anterior no tuve mejor idea que salir con Marisol y su compañera de ruta de los sábados a la noche. Hay cosas a las que no me acostumbro nunca y por ahora vienen siendo, a comer como una persona razonable y no terminar con la barriga a reventar, borracha de calorías y la otra a tomar alcohol, razón por la cual me emborracho rápido. La cuestión fue que se les ocurrió ir a un  boliche donde primero se come y después se baila, y como el aburrimiento para la mitad del plato principal era ya casi insalvable y el morfi era poco y de medio pelo, no tuve mejor idea que aferrarme a la botella de espumante más cercana que había mientras escuchaba las desventuras amorosas de Marisol y su amiga,  de quién nunca me acuerdo el nombre, creo que es Patricia o tal vez Mariela, no sé. Para mí en general es siempre una cara en la que se mueve una boca (casi nunca la escucho)  y un par de pestañas postizas. Supongo que será buena chica, nunca llegó a terminar de cerrar la conclusión, su problema es que es deliberadamente insoportable.
Con lo cual el estado de la mañana siguiente se desprendió la posta maratónica y monótona de todos los fines de semana que hay partido importante de las chiripa; primer paso: salir refunfuñando para lo de mi vieja preguntándome por qué carajos no tuve una hermana obsesionada con el cine o con el arte y con la cual las actividades a acompañarla fueran siempre en el turno vespertino, sin tanto calor, sin humillación, en un ámbito más privado y sin que tenga que participar toda la familia para “apoyo moral”.
                      
Encima tenía una resaca terrible e injustificada. Lo peor fue cuando empecé de a poco a recobrar la consciencia y recordar los episodios de la noche anterior. Parece que con los efectos del alcohol  me puse medio cachonda y repetitiva y como no había con qué tolerar el aburrimiento que tenía me las agarré con mi arma de satirización favorita: mi cuerpo. Así  que en un descuido del dúo dinámico me metí en el baño y dibujé con lápiz labial y delineador una carita alrededor del ombligo, formita que me gusta armar con el excedente de piel que me quedó después de bajar tanto de peso, la hago hablar y opinar sobre temas contemporáneos, normalmente lo hago con Cami, cuando estamos al pedo en casa, pero esta vez quise explorar públicos desconocidos, así  que salí y empecé a hablar y balbucear, "hola soy el ombligo de Laura, estoy hecho de una   panza fofa con mucha piel que quedó de sobra después de bajar muchos kilos” hasta que la amiga de Mari no soportó mas la vergüenza porque la gente ya empezaba a mirar y me terminaron sacando del boliche, me metieron en un taxi y me mandaron a mi casa. Yo, satisfecha y con los cachetones colorados de embriaguez las saludé desde la ventanilla de atrás, pensando que -borracha y todo- me las había arreglado para zafar de la situación y escapar medianamente a tiempo.
En la casa de mi madre se sucedió la secuencia regular y “el ritual pre juego” de Meme, aunque yo esta vez en lugar de charlar un rato de temas nimios y que nadie le interesan con la abuela y con mamá me metí rápido en el baño, tratando de evitar que se dieran cuenta de mi cara resacosa. Fui directo a la función local: Camila  en tetas y shortcito, sentada con la tapa del inodoro baja, los dos rodetitos de la suerte en la cabeza (lo que arma una figura con predominios meramente circulares) cantando a garganta pelada el último single de Cristian Castro.
Cami, aflojá con el Vapor, ¡boluda te vas a ahogar! Le dije a mi hermana, mientras me sentaba en el videt
Me estoy oxigenando como siempre
Si, pero ya hace como treinta grados afuera, vamos a morir asfixiadas. Bajale un poco.
Cierra la canilla de agua caliente.
El ritual de Cami es encerrarse en el baño con el equipo de audio a cantar en general un disco completo de Cristian Castro, y “energizar en el inodoro”, que según ella y no sé qué cultura espiritista nueva de estas que hay ahora es una buena fuente de energía, lo hace con el agua de la ducha corriendo, para hacerse baños de vapor y estar con la respiración limpia para antes del partido;  un delirio incomprensible. Generalmente como todos la acompañamos y yo nunca falto, y es también parte del ritual que yo me meta los cinco últimos minutos en el baño y charlemos de alguna boludez mientras termina de vestirse, sacá el cd, nos alivia a todos de su griterío y el de Cristian y vuelve a comportarse como una persona normal-si alguna vez ha podido hacerlo- hasta llegar al lugar donde se juegue el “partido”.
Desde que Cami empezó a jugar al Hokey y se armó “las chiripa” tiene este ritual entre meramente adolescente y regresivo, aunque también ridículo e inexplicable.  Nadie sabe bien a qué responde ni por qué, lo que si recordamos que empezó alrededor de los doce años y a partir de ahí, ganen o pierdan veces anteriores lo hace rigurosamente.
Para toda la familia siempre fue una boludez importante o un caprichito no molesto, así que siempre la dejamos hacerlo. El tema con los partidos es ya más serio. Desde que mi mamá quedó viuda y nosotras sin papá el régimen familiar cambió ligeramente, yo me volví más retraída y vergonzosa de lo que ya era y mi hermana siguió el camino diametralmente opuesto; se volvió cada vez más pizpireta, seductora y carismática. Siempre le gustó el deporte y mi mamá agitó esta devoción desde la primera temprana aparición. Nunca lo dijo abiertamente pero supongo que para prevenir que no se transforme en la regordeta retraída de la hija mayor, o sea yo. Así que desde muy chiquita Cami se hizo federada y se fue involucrando cada  vez más en el mundo del club, las camisetas y los torneos. Mi mamá siempre insistió en acompañarla, y apoyarla con la misma obsesión con la que Cami entrena, hace sus rituales o le pega al arco cada vez que tiene oportunidad. No sé si por genuino interés, por culpa o por intentar tapar una falta que nunca iba a poder ser taponada.

lunes, 14 de mayo de 2012

Éramos pocos… como si fuera poco ayer recibí un llamado de Fabián. Cuando vi su nombre en el display; pensé en dos opciones igual de feas, aunque una más truculenta que la otra. La primera que tal vez le había pasado algo a alguien de su familia y llamaba para avisarme (en cuyo caso no tengo idea de por qué me avisaría, pero bueno) y la otra, la más truculenta, que finalmente había decidido suicidarse y la madre como una forma horrenda de castigarme me llamaba desde su celular. Ninguna de las dos, era incluso peor de lo que mi imaginación mórbida podía crear.
Hola ¿Lau?
Si, Fabi, que tal, ¿cómo andas?
Bien, bien todo bien por suerte. Mira Lau, te llamo para contarte algo, sabes que la semana pasada bueno, finalmente me recibí, y bueno, dado que vos fuiste una persona super importante mientras yo hacía la carrera , hablando con Marisa me pareció bueno compartirlo con vos.
Bueno, ¡muchas felicitaciones Fabi! Qué bueno, me alegro mucho, por vos y …por Marisa también. ¿Cómo está el nene?
Bien, bien grande, enorme, ¡es increíble lo que crecen!
Sí, me imagino, que bueno, bueno  y ahora con papa arquitecto! Asique…genial.
(Silencio incómodo)
Si, por suerte, tarde pero seguro
Y si, se hizo largo al final, pero lo importante es que lo terminaste.
(Silencio incomodo)
Bueno, Laura ¿vos? ¿Todo bien? ¿Tus cosas?
 Pensa rápido, rápido un nombre, una carrera, un episodio, algo que no sea la nada absoluta que es tu vida Laura, dale
Bien, todo bien Fabi por suerte.
¿Tu vieja?, ¿tu hermana?
¿Contesto? Bien, ahí con la misma cara de culo con la que la conociste que tiene desde hace 20 años cuando un sifón asesino la dejó viuda y con hijas que no le salieron para nada como planeó. Y Camila, también con el mismo cuarto de queso fresco en la cabeza, haciendo cursos de estética para pasar el tiempo y seduciendo con sus enormes tetas a cuanto tipo se le cruza.
Ahí, como siempre, mamá laburando mucho como siempre y Cami…también.
Fabi, me agarraste complicadísima hoy  con un balance.
Si, si Lau, no te robo más tiempo, te mando un besote enorme, y ¡que estés bien che eh!                   
Con eso corté contundentemente el teléfono. ¡Si se pudiera también con el mismo corte terminar otras cosas! ¿Qué carajos me importa que de una vez por todas y después de cuarenta años te recibiste de arquitecto?  Y “ese que estés bien che”, ¿qué quiso decir con eso? ¿Quién dijo que estoy mal? Resulta que ahora se puede intuir vía teléfono. Este se piensa que por que yo no me recibí de nada y todavía no conseguí novio no estoy bien. Como si el bienestar de una persona pasara siempre por el tilde en el casillerito de esas dos variables. Estoy harta, cansada y podrida de que todo el mundo piense que por si una no tienen novio o un proyecto de familia necesariamente hay que tener una carrera profesional prometedora y obsesionarse con ella. Todo el mundo tiende a pensar que la típica solterona tiene que estar  horas y horas en la oficina, estudio o consultorio todavía quemándose las pestañas y trabajando a troche y moche para evadir el bache del departamento vacío y las cenas a solas. A la mierda con eso. Yo soy soltera, sin chances de formar pareja, sin apuro y con muchas ansias de aprovechar mi “solteronidez” tanto como se pueda. Y tampoco soy profesional ni devota de mi trabajo. Amo pasar el tiempo en facebook o escribiendo mails al pedo y sentir que encima de todo me pagan por ocupar una silla. Me encanta llegar a casa temprano y sentirme una millonaria del tiempo y las horas, preguntarme si prefiero ir al gimnasio, a tomar un café o charlar horas y horas con mi hermana sin ninguna preocupación. Porque no pienso ni estoy de acuerdo con los objetivos premeditados y mundanos de los otros. Porque no quiero ni un novio con quién aburrirme, ni cenas de a cuatro para apalear el tedio de pareja ni un hijo al que malcriar. No quiero ser madre ni pasar a formar parte del bando de las que hablan de pañales, cesáreas y chupetes, no quiero llamar a nadie para que me recomiende el mejor jardín o me diga a que obstetra no ir. No me interesa alquilarme un problema para siempre y abandonar mis largas sesiones de lectura o ensueño diurno. No quiero formar parte del grupo que alimenta la ficción de una sociedad que impone un modelo demodé y gastado de lo que hay que hacer. Y por sobre todo me aburre pensar que sí o sí hay que tener un objetivo en la vida. No me interesa pasar horas y horas pegada a una blackberry esperando una respuesta de algún jefe insatisfecho ni tampoco tener un sello que diga abogada-medica-licenciada-ingeniera-etc. No me gustan las etiquetas, estoy en contra de las dicotomías, para mí no es un blanco y negro todo el tiempo pero tampoco son las dos cosas al mismo tiempo. Yo soy así, soltera y sin profesión ni oficio. No me definen los nombres ni me atraviesan los roles. Será por eso tal vez que me banco lo que me banco con Germán, porque es la única manera de relacionarme con otro que necesariamente está esperando que yo no espere nada.
Desde chica siempre me reveló la idea de la familia y la pareja como estados de felicidad y a los que necesariamente hay que aspirar. A mí no me importa ni me desvela no encontrar mi media naranja. No formar una familia ni tener chicos. Nunca me sacó el sueño el amor y la vida en pareja. Siempre pensé que si venía venía y que si no yo seguiría igual. Por eso me enoja y me enbronca que desde afuera impongan a los pocos valientes que nos bancamos la soledad el modelo ortopédico contra el vacío de ellos. No creo que mi “felicidad” esté determinada por ir al cine acompañada, o vivir con alguien. Para mí la plenitud está en otro lado, tiene otras formas. Yo sé que con Germán no voy a llegar a ningún lado. El no se va a separar y a mí tampoco me interesa que lo haga. Vivimos el momento y con eso alcanza. ¿Por qué tengo que pensar que porque cuando lo veo y se me cierra el estomago y la garganta y no puedo respirar del amor que siento esto tiene que terminar necesariamente en convivencia o paseando un domingo a la tarde con el carrito del bebe y el perro? ¿Por qué nos obligan a pensar que todo es mejor de a dos, que las penas no son tan penas, que la vida es mejor en compañía? Es una forma de vida, una elección, una de las opciones en medio de otras tantas. No la única.
Cuando estaba de novia con Fabián no sentía ni la mitad de las cosas que siento por Germán. Lejos de inspirarme me aburría. En lugar de movilizarme me anclaba. Fueron casi cinco años de monotonía y estancamiento. Fabi se la pasaba deprimido, preguntándose y repreguntándose sobre la carrera, las futuras presiones laborales y comparándose con su padre. Era tan depresivo y pesimista que todavía ni se había recibido y ya se derrumbaban los edificios que no había hecho. Fueron años tediosos pero de acostumbramiento, de quietud acomodada en las miradas de tranquilidad de mi madre y el resto de mi familia que pensaban que por tener novio y que fuera “un chico medianamente bueno” yo ya había alcanzado algún estándar de normalidad. Había épocas en las que vivía enfermo. Se la pasó la mayor parte de nuestra  relación sin trabajar. Cuando no estaba con faringitis, tenía insomnio o si no problemas del ciático, cuando no lo atacaba el colon irritable. Cada flete que tenía que hacer era una catarata de quejas por las “inconveniencias”. Nos la pasábamos merodeando desde su casa a la mía, consolando el aburrimiento y el vacio en la pizza casera que hacía su vieja o en el derrochadero de postres y mousses de chocolate que yo inventaba para tener una excusa que nos juntara  a la noche y  que comíamos vigilando siempre que haya pastillas de carbón en el cajón de la cocina. Pero lo más curioso de todo era que al principio yo creía que estar en pareja era eso, aburrirse junto a otro, mutar en una pseudopersona que piensa, actúa y vive como dos.
Con Fabi terminé casi arrancando el quinto año de noviazgo, después de la gran depresión que lo tuvo varios días y hasta casi meses en cama. Cuando yo ya casi no lo aguantaba al él pero no podía dejarlo, cuando él antes de dejarme a mí se dejó caer en una depresión que lo tuvo meses sin levantarse. Fue simple y sencillo, me llamó un domingo diciéndome que nuestra relación era linda, que yo era una chica buena y me merecía otra cosa. Fue así de fácil y contundente. Fue más difícil aceptar que un depresivo tuvo el valor de cortar algo que yo no podía terminar de cerrar que la separación en sí misma.
Con Germán en menos de dos semanas sentí el quíntuple de amor que pude haber sentido en toda la relación con Fabián. Y aunque tengo claro que no hay futuro y que en algún momento se va a terminar, no hay vez en la que –bajándome de su auto con el mar de sensaciones que me provoca- no me pregunte cuándo y cómo voy a hacer para cortarlo. Si fuera depresiva tal vez sería más fácil….