jueves, 14 de junio de 2012

Si hay algo que odio y detesto con toda mi alma son los cumpleaños infantiles. No soporto el griterío haciendo eco en los galpones reciclados que se han convertido los salones. Odio los peloteros, el bullicio de los niños, el olor a chisito húmedo y las mamás retaconas quejándose y justificando los kilos demás como residuos del embarazo. No aguanto a las putitas de las animadoras que andan con sus musculosas y las tiras de los corpiños retorcidos haciendo morisquetas y careteando que se aguantan a los niños mientras por detrás no hacen otra cosa que bambolearle el culo a los padres cuarentones y desesperados. Los cumpleaños de antes eran mejores, eran en casa, había piñata, los animadores hacían magia, trucos de verdad y show de títeres con contenido, ahora lo único que hay es un pozo con pelotas machucadas, música de reguetón  y con suerte un show de medio pelo con trapos revoleados de algún malabarista neófito sacado de  alguna avenida con semáforo largo. Porque en la época de la piñata todo era mejor. La era del cumpleaños con bolsita de regalo, con alfajorcito de galletitería y platito de plástico con dibujito de Mickey. Ahora los pendejos se zarpan, dejan los abrigos  en el guardaropas y se esconden el celular en el bolsillo, las nenas se disfrazan de las putitas de bailando por un sueño y sueñan que las dejan plantadas en el altar como a Zaira Nara para saltar a la fama. Lo único que queda de Disney es el decorado  viejo y descascarado del galpón donde armaron a duras penas un salón de fiestas que ni siquiera está habilitado como taller mecánico. Porque ahora a las nenas no les da más vergüenza si las llama el animador y todas se pelean por pasar primero y hacer el esquemita del “acuadance”  de la noche anterior. Porque ya no hay más torta con grana y cubanitos con dulce de leche, sino minitorta helada y snacks para hacer dip, porque no se comen más pizzetas gomosas ni hay guerra de palitos, porque ya no se bailan las trillizas de oro sino que las nenas imitan a las hermanas Guerrero.   Es así de simple, hoy en día todo se ha convertido en un mero festival chabacano que no hace más que copiar torpemente la realidad televisiva, y hasta en eso ni la infancia se salva…
Así que ayer tuvimos que ir al cumpleaños de Sofía, la primogénita de mi prima, lo cual implicó un encuentro masivo e intrusivo con toda mi familia. Para colmo de males como mi vieja iba en el auto con mis tíos y todos no entrabamos y era en el quinto infierno con Camila no tuvimos mejor idea que tomarnos un taxi. Lo peor de todo no fue la fortuna de plata que gastamos, si no que meme se la pasó flirteando con el tachero todo el re puto viaje. Lo malo de tener una hermana con un ego exacerbado es que nunca se sabe cuando se activa el radar come hombres. Así que entre una onda y otra fuimos para el salón. Cuando llegamos la cosa no mejoró. No sólo estaba lleno de pendejos sino que además estaban todos mis familiares. Y yo todavía ni una sola novedad del innombrable. Ya van dos días desde el episodio del pobre Bilardo y ni apareció, aunque teniendo en cuenta las circunstancias, a lo mejor debería ser yo la que aparezca primero, en definitiva la que se mandó la cagada y lo dejó plantado fui yo, no? En el medio de todo eso apareció Carolina haciendo sus comentarios como siempre, que qué flaca que estaba, que si no había conseguido novio ahora no conseguía mas, que me tenía que apurar, etc. Yo asentía sin parar, completamente ausente a sus comentarios. Lo único que me refugió era pasarle la botella de cerveza a la abuela mientras se engullía sanguches de vitel thone. Yo encima  no tenía hambre y no había ido al gimnasio así que me comí solo uno y me guardé lugar para la torta.
Así  pasé la tarde, entre gritos y guerras de pelotas que iban y venían, pensando como volver a aparecer, escoltada por platitos de chips y papas fritas que ya no me protegen de nada y esquivando miradas y comentarios de mi primas, mientras que Camila se masajeaba vivazmente con su nuevo admirador. A veces extraño comer como una chancha y perderme en el merengue italiano del lemon pie más cercano, era más fácil.

martes, 12 de junio de 2012

Esta mañana Camila vino a mi departamento bien temprano, me revoleó el bolso del entrenamiento y me deprimió ya desde la tempranito con una idea estúpida;
  Lau, ya tengo la solución para tus problemas. Ya se donde tenemos que ir!!!
Eh ¿de qué hablas Camila? Es temprano y tengo un mal día, te aviso
De vos boludita, ya sé dónde encontrarte chongo!
¿De qué hablas?
Que ya sé dónde encontrarte un nuevo chongo, en las parrillas de barrio está lleno de grupetes de monchos que se juntan a comer chori y tira de asado mientras hablan de fut después del partido.
De nuevo: Camila, ¿de qué hablas?     
Que mirá ayer fuimos con las chiripa después del entrenamiento a festejar por la victoria del otro día y porque al fin Gimena dejó al aparato del novio, entonces fuimos a una parrilla en villa Urquiza,  está lleno de tipos, pero de tipos normales como te gusta a vos. Esos que van a jugar un rato a la pelota y después se comen un asadito con los amigos.
¿Y quién te dijo que a mí me gustaría estar de novia, que quiero otro Moncho y que encima me gustan los tipos “normales”?, y con eso ultimo no se a que te referís.
¡Nada nena nada! Dejá cuando estés más despierta y de mejor humor te explico. Igual andá dejándote la noche de mañana  libre. Arrancamos con el plan maestro. Chauuuuu
Con eso se fue. Me dejó sola y todavía sin despertarme del todo a medio vestir y con un día de mierda por delante. De Germán ni noticias.
                                        
               

miércoles, 6 de junio de 2012

¿Qué pasó conmigo misma? Desde que empecé con Germán me convertí en una persona diferente. Pasé de ser la gorda observadora no participante, traductora de situaciones, veedora crítica a ser una protagonista patética de realidades ajenas. Me convertí en la otra, en el fato, el gato, la suplente. Y con eso algo de mi ser especial se fue perdiendo. Empecé de a poco a dejar de mirar el contexto y focalizarme solo en él, en las parejas, en los otros, en los que tienen lo que yo no. En angustiarme por cosas comunes y triviales, a poner cara de congoja, a intentar robar un mimo con carita de lástima, a masticar las depresiones domingueras, a mirar parejas con envidia, a pasear por las plazas llenas de familias felices sintiéndome una mendiga. Porque antes yo no pensaba en esas cosas, porque antes de conocerlo a él me parecía todo una ficción, algo irreal, publicidades en vivo de algún producto raro y muy vendido llamado familia, porque antes de conocerlo a él no me preocupaba la soledad,  no me disgustaba, fundamentalmente no  me amenazaba; me cobijaba. Dejé de pensar que la vida en pareja y que el amor eran ficciones sociales y empecé a enbroncarme con los que la tienen. Dejé de reírme silenciosamente de los otros y verlos como "raros" y a entristecerme por mi vida. Empecé a notar la falta, lo que no hay, el que no está. Pase de conformarme con poco y estar tranquila al insomnio intermitente, al stress, al estado de alerta permanente. Dejé de llevar libros y  gomitas azucaradas en la cartera y las canjeé por delineador waterproof y polvo compacto. Dejé de gastar en cenas industriales y me hice fanática de la lencería sexy y erótica. Dejé de buscar librerías en otros barrios y empecé a fichar telos con cochera privada, para "cuando se necesiten". Pasé de leer artículos sobre el calentamiento global o literatura rusa a buscar geles adelgazantes. Pasé de ser catadora de masas finas de confiterías paquetas a conformarme con un agua mineral al lado de un baño casi podrido en un bar de mala muerte.  Abandoné la panzada de milanesas. Pasé de contar sanguches de miga a hacer el equivalente en serie de abdominales. Dejé de reírme de las inseguridades de los otros, de ver a los demás con ojos sonrientes para pasar a convertirme en un ser inseguro de lo que dice, se pone o se come. Dejé  de visitar sitios de ranking de alfajores a leer de refilón los tips sexuales de la revista Cosmopolitan. Saqué la credencial de fidelidad de la heladería del moendero y  lo cambié por el carnet del gimnasio. Porque ya no apago el celular cuando me voy a dormir “por si me llega algún mensaje”. Porque pasé de anhelar el momento de la semana en el que voy a al cine o me siento cómoda en mi sillón a leer a desear estar asfixiada en una camioneta con los vidrios levantados  un dia de 35 grados. Porque cambié  las vinchas de colores y me compré lentes de sol grades que disimulen. Porque no importa a cuántas cuadras de mi casa esté que vuelvo si o si si me di cuenta que me olvidé el celular.  Dejé de revelarme ante la sociedad monótona y la gente común a pasar a ser una de ellos.
Porque pasé de ser el relator omniciente que sentía que  todo lo sabe y entiende de personajes a ser un simple fantasma que  camina apurada por las calles de Buenos Aires en hiper alerta de que  no se le corra el maquillaje y todavía pensando si la remera que elegió  le marca o no la panza.

martes, 5 de junio de 2012

Lo peor de que no te suene nunca el celular es que a la persona que está con vos le suene todo el tiempo.  O sea que ya no te molesta simplemente que nadie, absolutamente nadie te mande un mensaje y se acuerde de vos, sino que además lo que se vuelve molesto es escuchar la conversación idiota de tu hermana no solo con uno, sino con sus dos novios. Ayer a la tarde nos juntamos como en general los sábados en el galpón a hacer unos laburitos extras en la empresa familiar, así que nos la pasamos doblando manteles y chusmeando toda la tarde. Camila está de excelente humor desde que anda atorranteando con un chofer del 110 que se levantó hace poco y que la tiene de experiencia sexual móvil a otra. Así que mientras yo enfundaba sillas y contaba cucharitas la hija de re mil putas se hacía la boluda y entre mensaje y mensaje y llamado y llamado me fue cagando lenta y disimuladamente con el laburo. Yo por otro lado, mucho no esperaba del día y menos del fin de semana en general porque Germán se iba al campo de los suegros, así que de hablar ni pensarlo y mucho menos de recibir mensajito, ya que además del radar satelital de la jermu dando vueltas tampoco iba a tener mucha señal el teléfono. Y después del asuntito del "plantón" no creo que vuelva a aparecer hasta la semana que viene... Por lo que opté por adoptar la misma actitud que adopto siempre los fines de semana: resignación y paciencia. Esa es la única receta para ser una amante exitosa. Esa y además sostener siempre las expectativas al mínimo. Lo único que me mas o menos me entusiasma es saber que finalmente es sábado y –como no tengo nada para hacer como de costumbre- me voy a ir a comer sola y tranquila con un libro a mi restaurant preferido. Prefiero eso mil veces antes que quedarme con lo de mi vieja y hacer el clásico test de pizzerías de la zona con mis tíos, o incluso peor, ver tele de trasnoche con mi vieja y Normita. Así que decidí hacer lo que siempre elijo los fines de semana, comer sola y tranquila y pasar tiempo de calidad conmigo misma, el único ser que todavía me soporta…

lunes, 28 de mayo de 2012

Esta mañana a raíz de una escena muy trivial y perfectamente cotidiana con mi hermana me di cuenta de algo triste e irremediable:
Abrí bien pepo
¡Estoy abriendo! 
Bueno pero mas, ya sabes cómo es esto    
Si, lamentablemente se como es esto. Un horror, un ultraje.
 Bueno che no exageres ¿lo querés o no lo querés?  además ¡ni que fuera la primera vez que lo haces vieja!
¿Ahí está bien no?           
 Si, ahora sí. Ya casi terminamos.
Che te quedaron bien las uñas eh! Y eso que ya pasaron unos días desde que las hice.
Auch! Más despacio!!!               
¡Ya está maricona!,  Se ve que esa marca de esmalte es buena, ni se te cachó, Ah, hablando de eso. Está el bolsito con mi ropita del entrenamiento del finde…ya sabes.
Si Meme, esta noche o mañana lo hago quedate tranqui.
Con mi hermana tenemos un pacto, ella me hace favores estéticos como ser en este caso depilación, manicuría o algún tratamiento corporal muy en voga y yo a cambio le lavo la ropa o le limpio el baño. Algo justo y a nuestra medida.  Yo me ahorro el dineral que salen esas cosas y ella la guita del lavadero. Un negocio redondo.
¿Pero mañana no es jueves? Ah, veo que la cosa sigue igual
Si sigue igual o peor. No quiero hablar del tema.
Como quieras. ¡¿Podes mantener abierto por favor?!, no es tan difícil. Se va a pegar todo y ¡ahí te quiero ver boludita!
Y bueno, ya sabes es que es indignoooooo ahhhcchch conchuda!!!
Bueno, a ver si te distrae, contame un poco. ¿Qué mierda pasó ahora Laura?
Nada, no pasa nada, eso es lo que pasa.
 ¿Pero no volvió a llamarte?
 Nop             
¿Mensaje de texto?
No.
¿ Pero te lo cruzaste?
 Sí, pero en la calle, dos segundos.
¿y nada?
Nada de nada. Not a thing.
Ya te dije que en criollo a mí. La intelectual sos vos.
Uff Camila, eso, que nada, ni una puta novedad.
Abrí mas Laura, ya es la última
Ufffff gracias a dios.  Ya no lo aguantaba más, te juro.
¿Qué cosa?
Esto nena, esto! Es un ultraje, es indigno!
Camila me miró con cara de culo y se fue llenando  violentamente  el tarro con cera recién usada y pensando seguramente que soy una boluda por haberme metido en esta y encima no hacer nada para resolverlo.
En este último año tuve que correr tres veces por las escaleras de emergencias, fingir estar con un ataque de lipotimia  para justificar que el dueño del bar esté en el baño de damas,  coimear al conserje de un telo para que nos deje salir por separado cuando pinchó la goma de la camioneta en el estacionamiento  y sobornar  al cana que está en la garita de seguridad de mi laburo que nos pescó dos veces  y todavía tengo el tupe de considerar la tira de cola como algo indigno.  Camila tiene razón, soy una reboluda.

jueves, 24 de mayo de 2012


Ayer me desperté con un sobresalto a las siete de la mañana. ¡Puta costumbre que tenemos las solteronas jóvenes y dependientes de dormir con el celular prendido, como si fuera a recibir un mensaje o un llamado importante! La alarma la tenía programada para las ocho, considerando que ya estaba depilada y bañada solo iba a necesitar media horita para maquillarme y ponerme el vestidito así que con tal de garronear una horita mas de sueño lo puse más tarde que de costumbre. El tema fue que recibí un mensaje de texto de mi vieja, con una especie de emergencia casera porque Norma , como no ve nada, se equivocó y en lugar de ponerle alpiste a Bilardo le puso arroz integral y parece que el canario quedó intoxicado y en peligro de muerte haciendo convulsiones en la jaula. Lo llevaban a la guardia veterinaria así que como justo llegaba a las ocho menos veinte el camión con los manteles y las telas nuevas pretendían que fuera tan rápido como podía para o bien recibir el pedido o bien llevar a Bilardo al veterinario. Salí tan rápido que me olvidé el celular y cuando me avivé ya estaba a media cuadra de la casa de mi vieja, no tan lejos como no volver pero tampoco tan cerca como para sí volver, (vivo a diez cuadras). Así que cuando me di cuenta que no podía avisarle a Germán que no iba a estar y que no nos juntábamos ya eran como las ocho menos cuarto, el en general llega a casa a las ocho, ocho y cuarto mas tardar.
Uno de las desventajas de la practicidad de la tecnología es que uno piensa que tiene todo conectado y que está equipado para cualquier cosa, que con el celular se puede sentir más protegido en alguna emergencia, pero el caso contrario es que cuando no lo tenemos no damos cuenta cuán poco tenemos almacenado en la cabeza. Ahora todo lo tenemos en el directorio del celular o en un mail, dependemos de internet hasta para ver cuando se nos vence la factura del agua y cuando fue la última vez que hicimos una compra en el súper mercado fijándonos en el registro on line, cuando nos damos cuenta que no tenemos más aceite y que estamos usando el último rollo de papel higiénico. Si somos minas, obsesivas y tenemos blackberry, tenemos bien digitadas las discusiones y tenemos aseguradas todas las peleas por entredichos ya que podemos acceder al historial de “histeriqueo y puteadas con nuestro otro significativo”  y estudiarlo minuciosamente; porque hasta ya no nos tienta quedarnos en el pasillo si escuchamos una discusión en la casa del vecino porque nos conformamos con andar chusmeando las fotos en el facebook o viendo si el otro leyó o no el mensaje que le enviamos. Si estamos aburridos en la sala de espera del médico o en la parada del bondi y tenemos “datos”  reactualizamos nuestro perfil de twitter poniendo “aburrida en la parada del bondi”, ”esperando la llamada del intestino en casa” o alguna otra actividad aleatoria e innecesaria de comentar. De la misma forma que ya no vamos al psicólogo porque hablamos todo el tiempo con una amiga por mensaje de texto o posteamos y colgamos nuestras experiencias en blogs para descargarnos…
La cuestión es que probé varias veces, sabía más o menos el conjunto de números, pero se ve que no le pegaba en las combinaciones. Puteé durante diez minutos seguidos mientras con el inalámbrico en mano y firmando remitos, intentaba comunicarme con Germán imaginando la puteada que me iba a comer cuando tocando el timbre insistentemente no me encuentre. Hablé con una Florencia, una María Marta que pensó que la llamaba para acceder a sus servicios domésticos y un Roberto que no registraba mi apuro en cortar la comunicación equivocada e insistía en preguntarme cosas desubicadas con la intención de levantarme.
Mientras tanto, yo no quería ni imaginármelo parado en casa, esquivando al portero, con sus clásicos lentes de sol espejados (que lejos de brindarle disimulo hacen el efecto contrario) y la bolsita de la panadería.
Y Así fue que cuando llegué a casa tenía catorce mensajes de texto con puteadas de distinta índole; (ya en los últimos se notaba un dejo de preocupación) y tres en el teléfono de línea. El último decía algo así como que estaba preocupado que lo llame en cuanto pudiera  y que más vale que me haya pasado algo porque si no me pasó nada y estoy dormida o me olvidé de nuestra cita la iba a pasar peor por “haberlo dejado como un pelotudo, plantado a las ocho de la mañana con media docena de vigilantes de pastelera”. Seguro en su fantasía mas narcisitica el infradotado estaba pensando en que finalmente no pude mas con la soledad y la ingratitud de nuestra relación y terminé como una de esas putitas deprimidas que se toman un par de clonazepan de mas mezcladas con tic tacs para llamar la atención y alarmar a un amante. Nada más alejado. El tema fue cuando logré comunicarme y le conté el motivo de mi desaparición.
¿O sea que me dejaste clavado veinte minutos en la puerta de tu casa, tocando el timbre como un pelotudo porque el canario de mierda estaba intoxicado? ¿Vos sos boluda?¿No te das cuenta que para mí el tiempo es oro?! ¿Que podría haber estado haciendo en otra cosa, y que además me pudo haber visto cualquiera? “
Y a partir de ahí se armó un set de idas y vueltas en donde yo trataba de hacerle entrar en razón y él se calentaba mas. Me cortó el teléfono de un golpazo, como siempre con la excusa de una crisis en el local o el llamado entrante de algún proveedor.
Sus típicos ataques de ira de cinco minutos. Ya se le va a pasar intenté tranquilizarme mientras me subía a un taxi para llegar antes de lo inaceptablemente tarde que el código de compañeros del ámbito público acepta.
Esa misma tarde la pasé esperando un mensaje de Germán que nunca llego. El que si llegó fue el de mi vieja diciendo que lamentablemente no se pudo hacer nada por el pobre Bilardo y que a partir de hoy “ha pasado a mejor vida”. Que fuera a “casa” (no sé por qué mi vieja sigue diciendo “casa” cuando hace más de dos años Camila y yo no vivimos ahí) para que vayamos al entierro y que por favor le avise a mi hermana.
No podría ser mejor, encima que suspendí mi cita sexual de los martes, lo dejé a Germán más caliente (en ambos sentidos) que una pava y todavía tengo que ser el ogro que le de la mala noticia a Meme. Odio todo.

sábado, 19 de mayo de 2012


                                       
Y parece que los fines de semana vienen de mal en peor.  Hoy se jugó la famosa final de hockey de Meme así que a las once de la mañana estábamos todos con el culo clavado en las gradas duras y astilladas de un club lejano y muy deprimente de algún lado del conurbano de Buenos Aires, recontra cagados de calor y bajo el sol del incipiente y sofocador verano que seguro nos espera. Cuando digo todos digo T.O.D.O.S, mamá, normita, la tía, mi abuela y Violeta, por suerte con uno de los dos salvajes (salvajes: mis sobrinos) sosteniendo una bandera que decía FUERZA CAMI!!! AGUANTE LAS CHIRIPA CARAJO!!! . La escribió ella una noche de verano hace mil años, un día que estábamos desveladas y nos pusimos a matear en la terraza de mi vieja, desde ese entonces para todos los partidos “importantes” hay que llevarla y sostenerla religiosamente durante mil horas, llueva o truene e independientemente de la cara de culo y el sentimiento de humillación de quién esté desempeñando la tarea. Camila es una desbolada, mamarrachezca comehombres, pero a veces se pone obsesiva. Y con el deporte, mas puntualmente su hockey y su equipo “las chiripa” pasa de ser comprimidamente  obsesiva a ser una rompe pelotas, demandante y narcisista (a veces me pregunto por qué elegí un hombre con las características tan parecidas  a algunos miembros de mi familia…)
                                          
Lo peor de todo no fue ni  el sol tajante que rajaba la tierra, ni mi familia sosteniendo la bandera y abucheando como la barra brava de Boca en un partido de final de campeonato,  sino que la noche anterior no tuve mejor idea que salir con Marisol y su compañera de ruta de los sábados a la noche. Hay cosas a las que no me acostumbro nunca y por ahora vienen siendo, a comer como una persona razonable y no terminar con la barriga a reventar, borracha de calorías y la otra a tomar alcohol, razón por la cual me emborracho rápido. La cuestión fue que se les ocurrió ir a un  boliche donde primero se come y después se baila, y como el aburrimiento para la mitad del plato principal era ya casi insalvable y el morfi era poco y de medio pelo, no tuve mejor idea que aferrarme a la botella de espumante más cercana que había mientras escuchaba las desventuras amorosas de Marisol y su amiga,  de quién nunca me acuerdo el nombre, creo que es Patricia o tal vez Mariela, no sé. Para mí en general es siempre una cara en la que se mueve una boca (casi nunca la escucho)  y un par de pestañas postizas. Supongo que será buena chica, nunca llegó a terminar de cerrar la conclusión, su problema es que es deliberadamente insoportable.
Con lo cual el estado de la mañana siguiente se desprendió la posta maratónica y monótona de todos los fines de semana que hay partido importante de las chiripa; primer paso: salir refunfuñando para lo de mi vieja preguntándome por qué carajos no tuve una hermana obsesionada con el cine o con el arte y con la cual las actividades a acompañarla fueran siempre en el turno vespertino, sin tanto calor, sin humillación, en un ámbito más privado y sin que tenga que participar toda la familia para “apoyo moral”.
                      
Encima tenía una resaca terrible e injustificada. Lo peor fue cuando empecé de a poco a recobrar la consciencia y recordar los episodios de la noche anterior. Parece que con los efectos del alcohol  me puse medio cachonda y repetitiva y como no había con qué tolerar el aburrimiento que tenía me las agarré con mi arma de satirización favorita: mi cuerpo. Así  que en un descuido del dúo dinámico me metí en el baño y dibujé con lápiz labial y delineador una carita alrededor del ombligo, formita que me gusta armar con el excedente de piel que me quedó después de bajar tanto de peso, la hago hablar y opinar sobre temas contemporáneos, normalmente lo hago con Cami, cuando estamos al pedo en casa, pero esta vez quise explorar públicos desconocidos, así  que salí y empecé a hablar y balbucear, "hola soy el ombligo de Laura, estoy hecho de una   panza fofa con mucha piel que quedó de sobra después de bajar muchos kilos” hasta que la amiga de Mari no soportó mas la vergüenza porque la gente ya empezaba a mirar y me terminaron sacando del boliche, me metieron en un taxi y me mandaron a mi casa. Yo, satisfecha y con los cachetones colorados de embriaguez las saludé desde la ventanilla de atrás, pensando que -borracha y todo- me las había arreglado para zafar de la situación y escapar medianamente a tiempo.
En la casa de mi madre se sucedió la secuencia regular y “el ritual pre juego” de Meme, aunque yo esta vez en lugar de charlar un rato de temas nimios y que nadie le interesan con la abuela y con mamá me metí rápido en el baño, tratando de evitar que se dieran cuenta de mi cara resacosa. Fui directo a la función local: Camila  en tetas y shortcito, sentada con la tapa del inodoro baja, los dos rodetitos de la suerte en la cabeza (lo que arma una figura con predominios meramente circulares) cantando a garganta pelada el último single de Cristian Castro.
Cami, aflojá con el Vapor, ¡boluda te vas a ahogar! Le dije a mi hermana, mientras me sentaba en el videt
Me estoy oxigenando como siempre
Si, pero ya hace como treinta grados afuera, vamos a morir asfixiadas. Bajale un poco.
Cierra la canilla de agua caliente.
El ritual de Cami es encerrarse en el baño con el equipo de audio a cantar en general un disco completo de Cristian Castro, y “energizar en el inodoro”, que según ella y no sé qué cultura espiritista nueva de estas que hay ahora es una buena fuente de energía, lo hace con el agua de la ducha corriendo, para hacerse baños de vapor y estar con la respiración limpia para antes del partido;  un delirio incomprensible. Generalmente como todos la acompañamos y yo nunca falto, y es también parte del ritual que yo me meta los cinco últimos minutos en el baño y charlemos de alguna boludez mientras termina de vestirse, sacá el cd, nos alivia a todos de su griterío y el de Cristian y vuelve a comportarse como una persona normal-si alguna vez ha podido hacerlo- hasta llegar al lugar donde se juegue el “partido”.
Desde que Cami empezó a jugar al Hokey y se armó “las chiripa” tiene este ritual entre meramente adolescente y regresivo, aunque también ridículo e inexplicable.  Nadie sabe bien a qué responde ni por qué, lo que si recordamos que empezó alrededor de los doce años y a partir de ahí, ganen o pierdan veces anteriores lo hace rigurosamente.
Para toda la familia siempre fue una boludez importante o un caprichito no molesto, así que siempre la dejamos hacerlo. El tema con los partidos es ya más serio. Desde que mi mamá quedó viuda y nosotras sin papá el régimen familiar cambió ligeramente, yo me volví más retraída y vergonzosa de lo que ya era y mi hermana siguió el camino diametralmente opuesto; se volvió cada vez más pizpireta, seductora y carismática. Siempre le gustó el deporte y mi mamá agitó esta devoción desde la primera temprana aparición. Nunca lo dijo abiertamente pero supongo que para prevenir que no se transforme en la regordeta retraída de la hija mayor, o sea yo. Así que desde muy chiquita Cami se hizo federada y se fue involucrando cada  vez más en el mundo del club, las camisetas y los torneos. Mi mamá siempre insistió en acompañarla, y apoyarla con la misma obsesión con la que Cami entrena, hace sus rituales o le pega al arco cada vez que tiene oportunidad. No sé si por genuino interés, por culpa o por intentar tapar una falta que nunca iba a poder ser taponada.