sábado, 19 de mayo de 2012


                                       
Y parece que los fines de semana vienen de mal en peor.  Hoy se jugó la famosa final de hockey de Meme así que a las once de la mañana estábamos todos con el culo clavado en las gradas duras y astilladas de un club lejano y muy deprimente de algún lado del conurbano de Buenos Aires, recontra cagados de calor y bajo el sol del incipiente y sofocador verano que seguro nos espera. Cuando digo todos digo T.O.D.O.S, mamá, normita, la tía, mi abuela y Violeta, por suerte con uno de los dos salvajes (salvajes: mis sobrinos) sosteniendo una bandera que decía FUERZA CAMI!!! AGUANTE LAS CHIRIPA CARAJO!!! . La escribió ella una noche de verano hace mil años, un día que estábamos desveladas y nos pusimos a matear en la terraza de mi vieja, desde ese entonces para todos los partidos “importantes” hay que llevarla y sostenerla religiosamente durante mil horas, llueva o truene e independientemente de la cara de culo y el sentimiento de humillación de quién esté desempeñando la tarea. Camila es una desbolada, mamarrachezca comehombres, pero a veces se pone obsesiva. Y con el deporte, mas puntualmente su hockey y su equipo “las chiripa” pasa de ser comprimidamente  obsesiva a ser una rompe pelotas, demandante y narcisista (a veces me pregunto por qué elegí un hombre con las características tan parecidas  a algunos miembros de mi familia…)
                                          
Lo peor de todo no fue ni  el sol tajante que rajaba la tierra, ni mi familia sosteniendo la bandera y abucheando como la barra brava de Boca en un partido de final de campeonato,  sino que la noche anterior no tuve mejor idea que salir con Marisol y su compañera de ruta de los sábados a la noche. Hay cosas a las que no me acostumbro nunca y por ahora vienen siendo, a comer como una persona razonable y no terminar con la barriga a reventar, borracha de calorías y la otra a tomar alcohol, razón por la cual me emborracho rápido. La cuestión fue que se les ocurrió ir a un  boliche donde primero se come y después se baila, y como el aburrimiento para la mitad del plato principal era ya casi insalvable y el morfi era poco y de medio pelo, no tuve mejor idea que aferrarme a la botella de espumante más cercana que había mientras escuchaba las desventuras amorosas de Marisol y su amiga,  de quién nunca me acuerdo el nombre, creo que es Patricia o tal vez Mariela, no sé. Para mí en general es siempre una cara en la que se mueve una boca (casi nunca la escucho)  y un par de pestañas postizas. Supongo que será buena chica, nunca llegó a terminar de cerrar la conclusión, su problema es que es deliberadamente insoportable.
Con lo cual el estado de la mañana siguiente se desprendió la posta maratónica y monótona de todos los fines de semana que hay partido importante de las chiripa; primer paso: salir refunfuñando para lo de mi vieja preguntándome por qué carajos no tuve una hermana obsesionada con el cine o con el arte y con la cual las actividades a acompañarla fueran siempre en el turno vespertino, sin tanto calor, sin humillación, en un ámbito más privado y sin que tenga que participar toda la familia para “apoyo moral”.
                      
Encima tenía una resaca terrible e injustificada. Lo peor fue cuando empecé de a poco a recobrar la consciencia y recordar los episodios de la noche anterior. Parece que con los efectos del alcohol  me puse medio cachonda y repetitiva y como no había con qué tolerar el aburrimiento que tenía me las agarré con mi arma de satirización favorita: mi cuerpo. Así  que en un descuido del dúo dinámico me metí en el baño y dibujé con lápiz labial y delineador una carita alrededor del ombligo, formita que me gusta armar con el excedente de piel que me quedó después de bajar tanto de peso, la hago hablar y opinar sobre temas contemporáneos, normalmente lo hago con Cami, cuando estamos al pedo en casa, pero esta vez quise explorar públicos desconocidos, así  que salí y empecé a hablar y balbucear, "hola soy el ombligo de Laura, estoy hecho de una   panza fofa con mucha piel que quedó de sobra después de bajar muchos kilos” hasta que la amiga de Mari no soportó mas la vergüenza porque la gente ya empezaba a mirar y me terminaron sacando del boliche, me metieron en un taxi y me mandaron a mi casa. Yo, satisfecha y con los cachetones colorados de embriaguez las saludé desde la ventanilla de atrás, pensando que -borracha y todo- me las había arreglado para zafar de la situación y escapar medianamente a tiempo.
En la casa de mi madre se sucedió la secuencia regular y “el ritual pre juego” de Meme, aunque yo esta vez en lugar de charlar un rato de temas nimios y que nadie le interesan con la abuela y con mamá me metí rápido en el baño, tratando de evitar que se dieran cuenta de mi cara resacosa. Fui directo a la función local: Camila  en tetas y shortcito, sentada con la tapa del inodoro baja, los dos rodetitos de la suerte en la cabeza (lo que arma una figura con predominios meramente circulares) cantando a garganta pelada el último single de Cristian Castro.
Cami, aflojá con el Vapor, ¡boluda te vas a ahogar! Le dije a mi hermana, mientras me sentaba en el videt
Me estoy oxigenando como siempre
Si, pero ya hace como treinta grados afuera, vamos a morir asfixiadas. Bajale un poco.
Cierra la canilla de agua caliente.
El ritual de Cami es encerrarse en el baño con el equipo de audio a cantar en general un disco completo de Cristian Castro, y “energizar en el inodoro”, que según ella y no sé qué cultura espiritista nueva de estas que hay ahora es una buena fuente de energía, lo hace con el agua de la ducha corriendo, para hacerse baños de vapor y estar con la respiración limpia para antes del partido;  un delirio incomprensible. Generalmente como todos la acompañamos y yo nunca falto, y es también parte del ritual que yo me meta los cinco últimos minutos en el baño y charlemos de alguna boludez mientras termina de vestirse, sacá el cd, nos alivia a todos de su griterío y el de Cristian y vuelve a comportarse como una persona normal-si alguna vez ha podido hacerlo- hasta llegar al lugar donde se juegue el “partido”.
Desde que Cami empezó a jugar al Hokey y se armó “las chiripa” tiene este ritual entre meramente adolescente y regresivo, aunque también ridículo e inexplicable.  Nadie sabe bien a qué responde ni por qué, lo que si recordamos que empezó alrededor de los doce años y a partir de ahí, ganen o pierdan veces anteriores lo hace rigurosamente.
Para toda la familia siempre fue una boludez importante o un caprichito no molesto, así que siempre la dejamos hacerlo. El tema con los partidos es ya más serio. Desde que mi mamá quedó viuda y nosotras sin papá el régimen familiar cambió ligeramente, yo me volví más retraída y vergonzosa de lo que ya era y mi hermana siguió el camino diametralmente opuesto; se volvió cada vez más pizpireta, seductora y carismática. Siempre le gustó el deporte y mi mamá agitó esta devoción desde la primera temprana aparición. Nunca lo dijo abiertamente pero supongo que para prevenir que no se transforme en la regordeta retraída de la hija mayor, o sea yo. Así que desde muy chiquita Cami se hizo federada y se fue involucrando cada  vez más en el mundo del club, las camisetas y los torneos. Mi mamá siempre insistió en acompañarla, y apoyarla con la misma obsesión con la que Cami entrena, hace sus rituales o le pega al arco cada vez que tiene oportunidad. No sé si por genuino interés, por culpa o por intentar tapar una falta que nunca iba a poder ser taponada.

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